Nuestros Santos

¡Sed Santos como nuestro Padre! Esta sentencia evangélica nos invita a ser santos como nuestro Padre que está en los cielos (Mt 5. 48). Ser santo es estar decidido a seguir a Cristo desde la realidad o el estado que vivamos: religioso, casado, laico, soltero. No se requiere cargas pesadas para “ser santos”, pues el ser santo o santa es la certeza de vivir la vida en el misterio de Jesucristo, esto es, en el amor; sentir, pensar y actuar teniendo siempre como parámetro a seguir la vida de Jesús.

El santo no nace santo sino se hace, se hace a medida que deja actuar a Cristo en su vida y se abandona plenamente en sus manos que lo configuran, y que son las de nuestro Señor. Este camino a la santidad es difícil, pero no imposible y vale la pena recorrerlo.

En el Carmelo Teresiano nuestros santos han sido personas como muchos de nosotros, pero que han ido haciendo de la virtud un hábito, uniéndose cada día más a Jesús. Entre los elementos primordiales de nuestra vocación está el que “abracemos la vida religiosa “en obsequio de Jesucristo”, apoyándonos en el común destino, la imitación y el patrocinio de la Santísima Virgen, cuya forma de vivir constituye para nosotros un modelo de configuración con Cristo”. María viene a ser el modelo perfecto del carmelita: vivir en el silencio del misterio, cumpliendo la voluntad de Dios.

El Carmelo Descalzo tiene en la Iglesia la misión de orar y enseñar a orar y desde este espíritu orante ha ido regalando vocaciones santas como modelos a seguir con matices distintos, pero con un mismo espíritu y misión, que no es otro que el de entregarse a Cristo, pues Él es el centro y culmen de nuestras vidas. 

Numerosos carmelitas han ido enriquecido con su doctrina e iniciativas el carisma; entre los más destacados tenemos a: Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Lisieux, Beato Francisco Palau, Santa Teresa Benedicta (Edith Stein), Santa Teresa de los Andes, Santa Isabel de la Trinidad, Santa María de Jesús Crucificado, Beato María Eugenio, Santos Luis y Celia Guerin (Padres de Santa Teresita) entre otros; muchos de ellos no canonizados, como el P. Jerónimo Gracián y Juan de Jesús María. Todos han ido creciendo en sus moradas interiores y ensanchado los horizontes del Carmelo, inspirados y ungidos por el evangelio y el carisma teresiano.

Santos Carmelitas Descalzos

Santa Teresa de Jesús

Con el alba de una mañana de marzo, el día 28 del año del Señor de 1515 en Ávila – Espana, en medio de una ciudad amurallada, simulando un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, aparece reluciente, como la princesa bellísima de la que habla el salmo 44, la que en su momento sería la dama que diera jaque mate al rey del cielo. Teresa, la grande, la bella, la inteligente, la vanidosa, la andariega, la loca, la embriagada de amor, la fundadora, la humilde, la contumaz y rebelde, la de los amores juveniles, la del amor acrisolado al fuego, la de los éxtasis, la transverberada…, en fin, Teresa la enamorada. Creció como crecen las rosas de un jardín cuidado y, poco a poco se fue abriendo al mundo y obnubiló a no pocos con su belleza, con su gracia, con su bello andar, con el deleite de sus palabras…tampoco el Dios de los cielos sucumbió ante tal prodigio.

Y creció, y se hizo bella –como dice el profeta Ezequiel hablando del pueblo elegido- y, también, como éste, se perdió y, finalmente, se hizo la encontradiza y fue “ganada”. “Mal utilicé los dones de gracia que el Señor me había regalado…los utilicé para ofenderlo” –confesará en su edad adulta-.

Ya conquistada o en camino de serlo, Teresa no dejará de ser “la subversiva y rebelde”, quizás ahora más que nunca, porque no podrá callar nuca más ni acallar su alma que constantemente hablará del Dios que la ha conquistado, del único que pudo seducirla después de empeñarse muchos años con ella.

Pero el amor vence. Venció la altivez de aquella que Él mismo había creado para Sí. Ya conquistada y entregada no puede más que vivir para Otro; ya no es ella, nunca más será Doña Teresa de Cepeda y Ahumada, la de la honra, la de las vanidades del mundo, la del coqueteo con los amores que iban secando su alma; en adelante será Teresa, simplemente Teresa…la de Jesús. Así, a secas…sin más…la descalza…la enamorada…la de los caminos…Ponerse en camino, sí, esa será su única verdad, su única pasión, la razón de su vida. El camino será su convento y el ancho espacio del mundo será su clausura. Nació para grandes cosas y no puede contener su alma; ésta se dilata en cada fundación, en cada “palomarcico” de sus monjas y en cada “portalico de Belén” de sus frailes y así, entre cielo y cielo transcurre su vida.

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DICHOSO EL CORAZÓN ENAMORADO

Dichoso el corazón enamorado

que en solo Dios ha puesto el pensamiento;

por él renuncia todo lo criado,

y en él halla su gloria y su contento.

Aun de sí mismo vive descuidado,

porque en su Dios está todo su intento,

y así alegre pasa y muy gozoso

las ondas de este mar tempestuoso.

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NADA TE TURBE

DICHOSO

VIVO SIN VIVIR EN MI

TRASPASADA

COLOQUIO AMOROSO

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LIBRO DE LA VIDA

CAMINO DE PERFECCIÓN

MORADAS

LIBRO DE LAS FUNDACIONES

RELACIONES

CONCEPTOS DEL AMOR DE DIOS

EXCLAMACIONES

MODO DE VISITAR CONVENTOS

POESÍAS

VEJAMEN

CARTAS

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San Juan de la Crúz

Nació en 1542 en Fontiveros, pueblo perteneciente a Ávila – España. La fecha exacta no se conoce. Sus padres fueron Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez. Juan fue el último hijo de este hogar.

Al poco de haber nacido Juan, Gonzalo su padre, cayó enfermo y tras dos años de enfermedad murió. Comienza así para la familia de Juan una especie de peregrinación del hambre. Con su madre y sus dos hermanos salen de Fontiveros y llegan a Torrijos y Gálvez, en este último lugar se quedó Francisco su hermano mayor con unos tíos, los demás volvieron a Fontiveros. Un año después Francisco regresa nuevamente con su madre y sus hermanos porque era maltratado por la esposa de su tío. Es así que la familia nuevamente unida se traslada a Árevalo en 1548 posiblemente es este año muere Luis, el segundo hijo de Catalina.

En 1551 Juan y su familia se mudaron a Medina del campo. Aquí entra a estudiar en el colegio de los doctrinos, donde aprendió algunos oficios: carpintero, sastre, pintor y tallista e inició su formación cultural. Más tarde será también acólito en la iglesia de la Magdalena y recadero en el hospital de la Concepción, que era conocido vulgarmente como el hospital de las bubas por dedicarse a la atención de pacientes con enfermedades sexuales, sirviendo en el mismo o pidiendo limosnas para el hospital y los enfermos.

En 1559 ingresa en el colegio de los Jesuitas donde hasta 1563 cursa humanidades, Juan aprovecha bastante en este colegio.

En 1563, cuando tiene veintiún años de edad, ingresa al convento de Santa Ana de los carmelitas, en Medina del Campo. Al vestir el hábito adopto el nombre de fray Juan de Santo Matía, profesó al año siguiente e inicio estudios universitarios en Salamanca.

En abril de 1567 se realizó el capítulo provincial de Castilla, en el cual el padre general, padre Rubeo nombre como perfecto (maestro) de estudiantes en el colegio de San Andrés a fray Juan.

Durante el verano de 1567 es ordenado sacerdote en Salamanca. Se desconoce la fecha exacta. En agosto de este mismo año celebra su primera misa en Medina, de este acontecimiento tampoco se tiene fecha.

Ese mismo mes coinciden en Medina Santa Teresa de Jesús, que fundaba ahí su segundo monasterio y Juan que había ido a celebrar su primera misa. Es aquí donde la providencia realiza el primer encuentro entre los santos. Juan manifestó a la Madre Teresa su idea de pasarse a los Cartujos, pero ella lo persuade, afianza en él la vocación carmelitana y le presenta el proyecto de una reforma en los frailes. Juan le dio su palabra para actuar en esta renovación con la única condición de que “no se tardase mucho”.

Fray Juan Volvió a Salamanca para continuar sus estudios. Concluido el curso académico en julio de 1568, regresó a Medina como pasante de estudios y predicador. En este lugar volvió a tratar con la Madre Teresa sobre la reforma y el 9 de agosto salió acompañándola a la fundación de Valladolid, donde se quedó para conocer de cerca el estilo de vida del Carmelo Teresiano.

Los primeros días de octubre sale de Valladolid hacia Duruelo para ir acondicionando la casa que sería el convento donde iniciaría su nueva vida. Santa Teresa le dio unas estampas de papel y un Cristo. Juan al llegar a Duruelo trabajó intensamente en el arreglo de la casa hasta fines de noviembre.

El 28 de noviembre de 1568 se inauguró el convento de Duruelo, iniciando así el Carmelo Teresiano entre los frailes. Juan renovó su profesión religiosa bajo la regla  no mitigada, cambiando su sobrenombre del de Santo Matía por el “de la Cruz”, siendo a partir de ese momento Fray Juan de la Cruz. Junto con él iniciaron la reforma los frailes Fray Antonio de Jesús (Heredia) y José de Cristo.

El 11 de junio de 1570 se trasladó su fundación de Duruelo a Mancera de Abajo (Salamanca), donde Juan prosigue con el mismo oficio que tenía en Duruelo, que era de suprior y maestro de novicios.

En enero de 1571 Juan acompañó a Santa Teresa a la fundación de Alba de Tormes, efectuada el 25 de enero. En abril fue nombrado rector del colegio de los descalzos en Alcalá de Henares.

En 1572 entre abril y mayo, Juan fue desde Alcalá a Pastrana para poner orden en aquel noviciado y regresó pronto a Alcalá, desde donde volvió a salir a fines de mayo hacia Ávila para tomar el cargo de confesor y vicario del monasterio de la Encarnación. En él habían puesto de priora a Santa Teresa, quien era la que había solicitado al Comisario apostólico la presencia de Juan como confesor. En este lugar permaneció con algunas pequeñas interrupciones hasta fines de 1577.

El día 2 de diciembre de 1577 fue apresado por los padre calzados y entre el 4 y 8 de este mismo mes, lo llevaron a Toledo, donde fue encerrado en la prisión conventual, que originalmente se había hecho para baño, por lo que solo tenía tres metros de largo por dos de ancho sin otra luz ni respiradero sino la de una pequeña ventana en lo alto.

Aquí en Toledo Juan es sometido a juicio y se le condena por “rebelde y contumaz”. Lo tratan de persuadir para dejar la reforma con promesas, halagos y le ofrecen un priorato, una buena biblioteca, una buena celda, una cruz de oro… fray Juan responde: “el que busca a Cristo desnudo, no ha de menester joyas de oro”. Al no aceptar las disposiciones del superior, es mantenido secuestrado por casi nueve meses.

En estas circunstancias tan difíciles para él como decisivas para su reforma, de total incomunicación física y espiritual, pues se le privó hasta el consuelo de celebrar la misa y sin otra lectura que la del breviario y un libro de devociones, Juan se dedica a cantar coplillas devotas, muchas de ellas compuestas por él mismo. Sin papel, sin tinta, sin apenas luz, fue cincelando versos de memoria, en espera de poder transcribirlos. Esa ocasión se le presentó meses más tarde, gracias a la benevolencia del nuevo carcelero que le proporcionó los útiles indispensables. Juan aprovechó estas facilidades para trasladar al papel aquellos versos, que ahora podía pulir y completar.

En la noche del 16 al 17 de agosto de 1578 entre las dos y las tres de la madrugada, se fuga de la cárcel descolgándose por una ventana usando su hábito en tiras sujetas entre sí como cuerda. Fray Juan con el hábito de calzado y rato. Sin escapulario, ni capucha, con su cuadernillo de versos, extenuado y consumido, apenas se mantiene en pie. Llega al monasterio de las carmelitas descalzas de Toledo donde se refugia. Durante los últimos días de agosto y la primera parte de septiembre permanece en la casa hospital de don Pedro González de Mendoza por encargo de las descalzas de Toledo.

Después de haber recobrado su libertad en octubre de 1578 es elegido superior del convento del Calvario (Jaén). El 13 de junio de 1579 inaugura el colegio de Baeza y queda como rector.

El 22 de junio de 1580 el papa Gregorio XIII autoriza la creación de una provincia independiente del Carmelo Descalzo y en marzo de 1581 asiste Juan de la Cruz al capítulo de Alcalá de Henares, siendo elegido tercer definidor. En 1582 toma posesión del priorato de los Mártires de Granada. En 1583, en el mes de mayo asiste al capítulo de Almodóvar y es confirmado en cargo prioral. El 11 de mayo de 1585 asiste al capítulo provincial en Lisboa y es elegido segundo definidor. En octubre se concluye el capítulo de Lisboa que fue interrumpido. Este se realiza en Pastrana. Es nombrado vicario provincial de Andalucía. Cesa su priorato de Granada.

En abril de 1587 viaja a Valladolid donde forma parte del capítulo provincial en el que cesa a todos sus cargos, pero se le nombra nuevamente prior a Granada.

El 18 de junio de 1588 se abre el primer capítulo general de la reforma, en éste es elegido como definidor general y tercer consiliario. El 4 de marzo de 1589 renuncia al priorato de Granada y pasa como prior de Segovia.

En 1590, en el mes de junio en capítulo general extraordinario, San Juan de la Cruz con toda libertad de espíritu se muestra contrario a las medidas e innovaciones propuestas por el padre Nicolás Doria y en junio del año siguiente, en el capítulo ordinario celebrado en Madrid, cesa en todos sus oficios, y vuelve a Segovia como conventual.

El 10 de agosto llega a la peñuela. A fines de septiembre comienzan a darle unas calenturillas (fiebres). Se le hincha la pierna derecha y tiene grandes dolores. Con la fiebre  que no se le quita y la hinchazón, sale de Peñuela el 28 de septiembre rumbo a Úbeda.

Aquí en Úbeda es tratado de mala forma por el prior, pero Juan lo lleva todo con amor. En la misma noche de su llegada a Úbeda le aumenta la fiebre y se le produce como una seca en el empeine del pie derecho. El médico corta con unas tijeras, desde el talón para arriba de la carne viva, Juan pregunta: “¿qué ha hecho?” el doctor respondió: “le he abierto a vuestra reverencia el pie y la pierna, y me pregunta ¿Qué he hecho?”. Juan añade: “si es menester cortar más, corte norabuena y hágase la voluntad de mi Señor Jesucristo”. La enfermedad avanza inexorablemente. Las cinco llagas en forma de cruz supuran mucha materia (pus).

El 7 de diciembre le aumenta la fiebre y el color de la materia que supura cambia de tono. Los médicos ven en esto un agravamiento irreversible. Juan pregunta: “¿qué día es hoy?”. Oída  la respuesta viendo una imagen de la Virgen dice: “¡Bendita seáis vos, Señora, que en vuestro día, sábado, queréis parta de esta vida!” los días 8, 9 y 10 pregunta lo mismo, pero nunca recibe la misma respuesta. El día 11 se confiesa una vez más., el día 12 pide una vela y el talego de cartas y las quema y el día 13 pide que venga el prior, a quien le suplica perdón con mucha humildad por las faltas que hubiese cometido y ruega que le den como limosna el hábito para ser enterrado. El prior que ya había ido cambiando le pide perdón y también su bendición y sale llorando de la habitación.

A las once y media los religiosos le van haciendo la recomendación del alma según el ritual. Juan pide que reciten los Cantares. En esto dan las doce  y tocan las campanas. Pregunta Juan “¿a qué tañen?”. A maitines le responden. Abre con dulzura los ojos y dice: “al cielo me voy a decirlos” y besando la cruz, oró “en tus manos encomiendo mi espíritu”. En el primer minuto del día 14 de diciembre de 1591 entregó su alma al Creador.

Fue beatificado el 25 de enero de 1675 por el papa Clemente X y canonizado por el papa Benedicto XIII el 27 de diciembre de 1726. Finalmente es declarado doctor de la Iglesia por el papa Pío XI el 24 de agosto de 1926.

San Juan de la Cruz en su figura ha sufrido una mitificación por los años, la literatura hagiográfica y los admiradores, se nos mostró por mucho tiempo a un santo extático, sublime y lejano. Cuando en realidad Juan de la Cruz ofrece un mensaje estimulante y seguro, válido hoy como ayer, se combinan y conjugan armoniosamente su experiencia personal con la reflexión científica de su doctrina.

Esta bella combinación logra abrirnos un sendero en la vida espiritual. Su magisterio fue fundamentalmente oral; si escribió, fue porque insistentemente se lo requirieron. Tema central de su enseñanza que lo ha hecho célebre dentro y fuera de la Iglesia Católica es unión por la gracia del hombre con Dios, por medio de Jesucristo: del grado más humilde al más sublime, en un itinerario que prevé las etapas de la vida purgativa, iluminativa y unitiva, en otras palabras, de los principiantes, intermedios y perfectos. Para llegar al todo, que es Dios, es preciso que el hombre dé todo de sí, no con espíritu de esclavo, sino de amor. Esto está encerrado en su pensamiento como “Al atardecer de se nos examinará en el amor” y “donde no hay amor pon amor y sacarás amor”.

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¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,

aunque es de noche!.

I

Aquella eterna fonte está ascondida.

¡Que bien sé yo do tiene su manida

aunque es de noche!

II

Su origen no lo sé pues no le tiene

mas sé que todo origen della viene

aunque es de noche.

III

Sé que no puede ser cosa tan bella,

y que cielos y tierra beben della

aunque es de noche.

IV

Bien sé que suelo en ella no se halla

y que ninguno puede vadealla

aunque es de noche.

V

Su claridad nunca es escurecida

y sé que toda luz de ella es venida

aunque es de noche.

VI

Sé ser tan caudalosos sus corrientes,

que infiernos cielos riegan y a las gentes

aunque es de noche.

VII

El corriente que nace desta fuente

bien sé que es tan capaz y omnipotente

aunque es de noche.

VIII

El corriente que de estas dos procede

sé que ninguna de ellas le precede

aunque es de noche.

IX

Aquesta eterna fonte está escondida

en este vivo pan por darnos vida

aunque es de noche.

X

Aquí se está llamando a las criaturas

y de esta agua se hartan, aunque a escuras

porque es de noche.

XI

Aquesta viva fuente que deseo

en este pan de vida yo la veo

aunque es de noche.

En una noche oscura

con ansias en amores inflamada

¡oh dichosa ventura!

salí sin ser notada

estando ya mi casa sosegada,

a oscuras y segura

por la secreta escala disfrazada,

¡oh dichosa ventura!

a oscuras y en celada

estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa

en secreto que nadie me veía

ni yo miraba cosa

sin otra luz y guía

sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba

más cierto que la luz del mediodía

adonde me esperaba

quien yo bien me sabía

en sitio donde nadie aparecía.

¡Oh noche, que guiaste!

¡Oh noche amable más que la alborada!

¡Oh noche que juntaste

amado con amada,

amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,

que entero para él solo se guardaba

allí quedó dormido

y yo le regalaba

y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena

cuando yo sus cabellos esparcía

con su mano serena

y en mi cuello hería

y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme

el rostro recliné sobre el amado;

cesó todo, y dejéme

dejando mi cuidado

entre las azucenas olvidado.

II

¡Oh llama de amor viva,

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro!

pues ya no eres esquiva,

acaba ya si quieres;

rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!

¡Oh regalada llaga!

¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,

que a vida eterna sabe

y toda deuda paga!,

matando muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego

en cuyos resplandores

las profundas cavernas del sentido

que estaba oscuro y ciego

con extraños primores

calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso

recuerdas en mi seno

donde secretamente solo moras

y en tu aspirar sabroso

de bien y gloria lleno

cuán delicadamente me enamoras!

En una noche oscura

con ansias en amores inflamada

¡oh dichosa ventura!

salí sin ser notada

estando ya mi casa sosegada,

a oscuras y segura

por la secreta escala disfrazada,

¡oh dichosa ventura!

a oscuras y en celada

estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa

en secreto que nadie me veía

ni yo miraba cosa

sin otra luz y guía

sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba

más cierto que la luz del mediodía

adonde me esperaba

quien yo bien me sabía

en sitio donde nadie aparecía.

¡Oh noche, que guiaste!

¡Oh noche amable más que la alborada!

¡Oh noche que juntaste

amado con amada,

amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,

que entero para él solo se guardaba

allí quedó dormido

y yo le regalaba

y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena

cuando yo sus cabellos esparcía

con su mano serena

y en mi cuello hería

y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme

el rostro recliné sobre el amado;

cesó todo, y dejéme

dejando mi cuidado

entre las azucenas olvidado.

II

¡Oh llama de amor viva,

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro!

pues ya no eres esquiva,

acaba ya si quieres;

rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!

¡Oh regalada llaga!

¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,

que a vida eterna sabe

y toda deuda paga!,

matando muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego

en cuyos resplandores

las profundas cavernas del sentido

que estaba oscuro y ciego

con extraños primores

calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso

recuerdas en mi seno

donde secretamente solo moras

y en tu aspirar sabroso

de bien y gloria lleno

cuán delicadamente me enamoras!

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OLVIDO DE LO CREADO

ALMA BUSCARME

AMOROSO LANCE

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POESÍAS

AVISOS ESPIRITUALES

SUBIDA AL MONTE CARMELO

NOCHE OSCURA CANTICO ESPIRITUAL

LLAMA DE AMOR VIVA

CARTAS

Santa Teresita del Niño Jesús

El 2 de enero de 1873 nace en Alençon, Francia, María Francisca Teresa Martin, la última hija del matrimonio entre Luis Martin y Celia Guérin, hoy ambos ya canonizados. Fue bautizada el día 4 del mismo mes y año.

La recién nacida, enferma gravemente y durante un año la dan a criar a una nodriza. Era una niña traviesa, caprichosa y llena de vitalidad, rodeada de mucho amor. Toda esa alegría se opacó en el verano de 1877 cuando Teresa contaba con cuatro años, su madre fallece de un cáncer de mama.

Su padre el señor Martin al quedarse solo con sus cinco hijas, se traslada en noviembre de 1877 a la ciudad de Lisieux. Aquí en los Buissonnets, Teresa pasó once años de su vida. Sus hermanas mayores, María y Paulina, se preocupaban por su educación. Celina, casi cuatro años mayor que ella, es la compañera de juegos. El papá, Luis Martin la llamaba su “reinecita”.

El carácter de Teresa cambió por el choque de la desaparición de su madre, se volvió más tímida y apagada.

A los diez años de nuevo su corazón es golpeado por el ingreso de su hermana Paulina, que era para Teresa su segunda madre. Este nuevo choque afectivo abrió en Teresa una nueva cicatriz hasta el punto que cayó gravemente enferma. No se sabía si la niña iba a morir o quedar loca hasta el día 13 de mayo de1883, la virgen de la sonrisa, una imagen que tenían los Martin en su hogar, llamada así por su madre la santa Celia, que la había visto sonreírle, ahora le sonríe a su pequeña Teresa y la cura de manera inesperada. El 8 de mayo de 1884 hace la primera comunión y el 14 de junio recibe la confirmación.

El 15 de octubre de 1886 su hermana María ingresa al Carmelo de Lisieux. Demasiado para Teresa que es separada de su tercera mamá. Continúa hipersensible y brota en ella una pregunta ¿cómo ingresar en la Orden del Carmelo en un estado tan lamentable? La gracia la transformará en la escalera de su casa de los Buissonnets la noche del 24 de diciembre de 1886, al regreso de la misa de media noche en la catedral de San Pedro. Unas palabras de su padre desencadenan en ella una transformación interior súbita, inesperada. La fuerza del Niño Jesús invade su flaqueza, de repente ella vuelve a encontrar el carácter fuerte de sus cuatro años y medio. Diez años de lucha terminan. La fuente de sus lágrimas se ha secado. Al fin, liberada de ella misma, comenzará una “carrera de gigantes”.

A los quince años con la perseverancia de su amor. Luchará para ingresa en el Carmelo: deberá vencer la oposición de su padre a quien pronto convenció; de su tío, del capellán del monasterio, del obispo y así decide ir a hablar con el papa León XIII, aprovechando que está inscrita con su padre y Celina para una peregrinación a Italia. Ante el Papa Teresa pide le dejen ingresar al Carmelo a los quince años. León XIII respondió “vamos, vamos… si Dios quiere entrarás”. Con lágrimas en los ojos, fue retirada del lugar por la guardia pontificia.

De regreso a Lisieux y, después de una penosa y larga espera, recibe por fin la autorización del Obispo. El 9 de abril de 1888 Teresa Martin, muy contenta y decidida, ingresó en el Carmelo Teresiano con el nombre de Teresa del Niño Jesús. Tomó el hábito el 10 de enero de 1889 después de un retiro espiritual de gran sequedad interior, por eso añade a su nombre religioso “de la Santa Faz”. Quedando desde ahí como Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz.

Mientras Teresa pasaba su postulantado y noviciado el señor Martin, afectado por una crisis cerebral es internado en el hospital del Buen Salvador de Caen. Teresa está triste pero fuerte ante esta prueba que Dios concedió a su padre.

El 8 de septiembre de 1890 hace la profesión religiosa dentro de la clausura y el 24 lo hace en ceremonia pública, toma también el velo negro.

El 20 de febrero de 1893 es elegida priora su hermana Inés de Jesús (Paulina) y ésta le encarga a Teresa ser la ayudante de la maestra de novicias.

En 1894 el 29 de julio muere el señor Martin y por fin Celina puede ingresar al monasterio.

Durante todo el año de 1895 Teresa logra su expansión espiritual. Habiendo descubierto los tesoros infinitos de Dios “Amor Misericordioso” se ofreció a Él, el 9 de junio de 1895. La madre Inés le manda por obediencia que escribiera sus memorias de infancia. En enero de 1896 entregó un cuaderno de ochenta y seis páginas  a la priora.

El 21 de marzo de 1896 es relegida la madre María Gonzaga y nombre maestra de novicias a Teresa. Esta misión difícil la llevó a cabo con una madurez y tacto extraordinario.

Después de un mes en que piensa que tiene un mal de garganta, Teresa sufre la primera hemoptisis durante la semana santa de 1896, este es el preámbulo de su enfermedad.

Durante el verano, que por medio de un pasaje de la carta a los Corintios de san Pablo y ayudada de su propia intuición, encontró su realización vocacional: “en el interior del corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el Amor”. En septiembre redacta para su hermana María del Sagrado Corazón sus confidencias, las escribe al estilo de una carta para Jesús, es lo que hoy conocemos como manuscrito B de “Historia de un alma”, en que le descubre a su hermana María, su pequeña doctrina.

Ya en abril de 1897, agotada, tiene que abandonar la vida comunitaria. Por intercesión de su hermana, la madre Inés de Jesús, la madre María Gonzaga le pide termine de escribir sus recuerdos.

Agotada el 8 de julio es trasladada a la enfermería. Aquí ofrece todo sus sufrimientos por los pecadores.

El 30 de septiembre de 1897 Teresa expiraba murmurando “¡Dios mío, te amo!” muere  a la vez de tuberculosis y de  “amor” y según su deseo “yo no muero, yo entro a la vida”.

Fue beatificada por el papa Pío XI el 29 de abril de 1923, canonizada por el mismo pontífice el 17 de mayo de 1925. Finalmente fue declarada doctora de la Iglesia por el papa Juan Pablo II el 19 de octubre de 1997.

La vida de santa Teresita es una inspiración para todos nosotros, ella supo poner en práctica sus anhelos de santidad y su deseo de servirle a Jesús con todo su corazón. Su determinación nos enseña que es posible lograr la superación de las dificultades. Ella permanecería constante aún en el sufrimiento profundo de la tuberculosis. Aprendía, mediante su vida íntima de oración, a unir sus sufrimientos  a los de Cristo para el bien de la Iglesia.

Su dedicación a las obras de la Iglesia y su ardor misionero nos enseñan que todos nosotros podemos colaborar en la evangelización del mundo, mediante nuestra entrega personal y nuestra vida de oración y servicio; nosotros podemos efectuar un cambio a nuestro mundo de hoy. Teresita nunca salió de su monasterio, y fue nombrada patrona de las misiones, ella desde su clausura, por sus oraciones llegó a ser una gran misionera y apóstol de la fe. Tampoco todos nosotros podemos ser misioneros en distintos países, pero con nuestra vida de oración y entrega a la labor de la Iglesia en la sociedad actual, en nuestras casas y trabajos, en la vida diaria de auténtica fe, nosotros podemos cambiar nuestro mundo como lo hizo Santa Teresita.

Pero el amor vence. Venció la altivez de aquella que Él mismo había creado para Sí. Ya conquistada y entregada no puede más que vivir para Otro; ya no es ella, nunca más será Doña Teresa de Cepeda y Ahumada, la de la honra, la de las vanidades del mundo, la del coqueteo con los amores que iban secando su alma; en adelante será Teresa, simplemente Teresa…la de Jesús. Así, a secas…sin más…la descalza…la enamorada…la de los caminos…Ponerse en camino, sí, esa será su única verdad, su única pasión, la razón de su vida. El camino será su convento y el ancho espacio del mundo será su clausura. Nació para grandes cosas y no puede contener su alma; ésta se dilata en cada fundación, en cada “palomarcico” de sus monjas y en cada “portalico de Belén” de sus frailes y así, entre cielo y cielo transcurre su vida.
AUDIO DE HISTORIA DE UN ALMA 

Audio libro – Historia de un Alma 1

Audio libro – Historia de un Alma 2

Audio libro – Historia de un Alma 3

Santa Teresa de los Andes

Nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900. Sus padres fueron Miguel Fernández Jaraquemada y Lucia Solar Armstrong. Fue bautizada el 15 de julio con el nombre de Juana Enriqueta Josefina de los Sagrados Corazones.

Desde muy niña goza cuando se habla de Dios. En su tierno corazón ya tiene el deseo de recibir  a Cristo, pero no se lo permiten por su corta edad. Por este mismo tiempo, 1906, asiste al colegio de las Teresianas. Solo acude un mes. En 1907 ingresa como alumna externa en el colegio del Sagrado Corazón. Al poco tiempo muere su abuelo materno, la haciendo fue dividida y Juanita junto con sus padres se mudó de casa.

El 22 de octubre de 1909 recibió el Sacramento de la confirmación y el 11 de septiembre de 1910 hace su primera comunión; desde ese día comulgaba todos los días. Y como ella misma dice: “Jesús desde este primer abrazo, no me soltó y me tomó para sí.”

En 1914 el 28 de diciembre un ataque de apendicitis. Por este año ha leído a Teresita del Niño Jesús (Historia de un Alma) y siente su primer llamado al Carmelo.

En 1915, a mediados de año, ingresa con su hermana Rebeca al internado del Sagrado Corazón y en diciembre, el 8, Juanita hace voto de virginidad con permiso de su confesor y por espacios  no muy largos. Ya su corazón sueña con pertenecerle solo a Cristo, quien la ha cautivado.

1916 fue un año de adaptaciones a la rigurosa vida del internado, al cual pensó jamás se acostumbraría. Una vez más con ayuda del Señor, pudo lograrlo. Destacó como alumna, amiga y compañera. Pero, también fue un año importante para su vocación. Juanita temía hablar a su madre sobre su vocación al Carmelo, pues podía argumentarle que por su salud sería incapaz de resistir la austera regla del Carmelo teresiano, y en realidad, estaba algo debilitada por la difteria que había sufrido a los doce años, por la operación de apendicitis y por los dolores de cabeza que padecía. Su madre al saberlo le dijo que le apoyaría, pero le pidió discreción.

Durante este año Juanita leyó a Sor Isabel de la Trinidad y se trazó un plan de vida.

En 1918 se casa su hermana mayor Lucia, y Juanita tiene que dejar el internado para regresar a su casa como dueña de casa llevando las cuentas de los gastos, abastecimiento y distribución de los horarios; cosa que desempeñó sin olvidar su vocación. En septiembre escribe a la priora del monasterio de las carmelitas descalzas de los Andes, con quien ya lleva comunicación, pidiendo ser admitida en el convento. Recibe una respuesta afirmativa.

El 11 de enero de 1919, en compañía de su madre, viaja a los Andes y se entrevista con la Madre Angélica Teresa, priora del monasterio y desde ese momento toda duda desaparece, quiere ser carmelita y en los Andes.

El 7 de mayo de 1919 ingresa al monasterio de los Andes y cambia su nombre por el de Teresa de Jesús. El 14 de octubre de este mismo año toma el hábito de carmelita descalza comenzando noviciado.

A primeros de marzo de 1920, asegura al padre Avertano, el confesor de la comunidad, que dentro de un mes morirá.

Y así, el 1 de abril, jueves santo, pasa casi todo el día en el coro hasta la una de la madrugada el día siguiente. El viernes santo, se unió con toda la comunidad en todos los oficios litúrgicos. Solo al atardecer su maestra se dio cuenta de que Teresa estaba enferma y le envió a su celda a acostarse. Llamaron a los médicos, la fiebre subía a 39° o  40° y no bajaba sino a ratos. En uno de esos momentos, la noche del 6 al 7 de abril, su Madre Priora le ofreció hacer los votos religiosos oficialmente, y reunida la comunidad Teresa se convirtió en “artículo mortis”, es decir que realizó los votos aun no habiendo cumplido los tiempos requeridos para ello.

Detectado con certeza que tenía un tifus y septicemia, los médicos ordenaron trasladarla a la enfermería para evitar el contagio. Su mamá, doña Lucia, que había llegado el día anterior, permaneció fuera de la clausura en expectante agonía. No quiso usar las licencias que traía del señor Nuncio. El día 7 recibió el Pan Vivo por última vez. Ahora todo era sufrir y esperar. El día 12 de abril a las seis de la tarde llegó el capellán de la comunidad y de allí no se movió. Teresa de Jesús agonizaba. Su respiración se iba haciendo cada vez más imperceptible. Eran las siete y cuarto de la tarde cuando salía del destierro para llegar a aquel lugar donde “solo mora la honra y gloria de Dios”.

Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 03 de abril de 1987 y canonizada por el mismo Pontífice el 21 de marzo de 1993.

Viendo que Teresita de los Andes no hizo obras espectaculares ni alcanzó a cumplir los veinte años, muchos se preguntan que méritos tiene para llegar a los altares. La respuesta se halla en el amor, porque Dios no mira la grandeza o la pequeñez de un acto, sino el amor con que los practicamos.

Santa Teresa de los Andes es una Santa Joven, enteramente normal y equilibrada, sencilla, alegre, deportista, simpática y que amó y vivió plenamente la vida. Es un regalo de Dios para una sociedad como la nuestra, con un porcentaje muy elevado de jóvenes.

Ella nos enseña que solo a base de Espíritu de Superación y de Esfuerzo maduramos y nos realizamos como personas.

Teresa de los Andes, olvidándose de sí misma y sacrificándose por los demás, nos señala el camino que conduce al equilibrio humano y a la verdadera felicidad.

Santa Isabel de la Trinidad

María Josefina Isabel Catez Rolland, nace en Avor, Francia, el 18 de julio de 1880. Su padre fue militar, se llamó Francisco José, su  madre se llamó María y su Hermana menor Margarita. Fue bautizada el 22 de julio del año en que nació. Desde pequeña solía tener arrebatos de cólera junto con una sensibilidad exquisita.

Isabel y su familia se trasladaron a Dijón, visitándola en esta ciudad la tribulación de la orfandad. Muere su padre el 2 de octubre de 1887 cuando ella tenía siete años de edad.

El 8 de junio de 1891 hizo la Primera Comunión. Luego de la ceremonia, junto con su madre y su hermana fue a visitar a las carmelitas descalzas. La priora le explica que el nombre de Isabel significa “casa de Dios”. Isabel nunca olvidará esto sino que lo vivirá y hará de esto el germen de toda su vida espiritual.

Era una pianista brillante. A los catorce años fue premiada en el conservatorio y ese mismo año sintió el llamado al Carmelo. El 22 de abril de 1894 hace voto de virginidad consagrándose a María y se lo comunica a su madre. Su madre al escuchar esto y sus deseos de entrar al Carmelo le da la negativa a la realización de su vocación como Carmelita.

En 1901 visitó por última vez Lourdes donde se sintió consolada. Terminada esta peregrinación, retornó a Dijón, donde había elegido ingresar como Carmelita Teresiana porque su madre al fin convencida de su vocación no quiso ponerle más dificultades y le concedió el permiso para entrar al Monasterio al cumplir los veintiún años.

En 1901, el 2 de agosto, luego de haber oído misa y comulgado con su familia, ingresó en el convento tomando el nombre de Isabel de la Santísima Trinidad. Profeso el 11 de enero de 1903.

En el Carmelo empezará su carrera a la santidad, convirtiéndose como ella misma nos dice en “Alabanza de Gloria” de la Santísima Trinidad.

En 1905, en el mes de marzo, se empieza a manifestar en Isabel los primeros síntomas de fatiga física; en junio es relevada de su oficio de tornera segunda y descansa un poco  para recuperar salud.

Ya hacia la mitad de cuaresma de 1906 fue necesario instalarla en la enfermería con síntomas de una grave enfermedad. Sus fuerzas físicas habían decaído por completo. El 8 de abril tras una fuerte crisis de la enfermedad que la aqueja, recibe la Unción de los enfermos. Sale de esta crisis, pero sigue convaleciente en la enfermería.

El 31 de octubre de este mismo año le sobreviene una nueva crisis de su enfermedad y recibe nuevamente el Sacramento de la Unción de los enfermos.

El 1 de noviembre comulga por última vez en su vida y comienza su agonía lenta y dolorosa. No puede tomar ni siquiera una gota de agua, sus dolores de cabeza son intensos, se piensa en una posible meningitis. Tiene los ojos sanguinolentos y casi siempre cerrados, cuando habla apenas se le entiende, pero conserva su lucidez mental.

Llega con este estado hasta el 9 de noviembre. La madre Priora, Germana de Jesús, leía por última vez a su hija espiritual el capítulo diecisiete del Evangelio de Juan, la que contiene la oración sacerdotal de Cristo y al toque del ángelus, a las seis de la mañana de aquel 9 de noviembre de 1906, víctima de la enfermedad de Addison, partía hacia el Padre exclamando: “Me voy a la luz, al Amor, a la vida”.

Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 25 de noviembre de 1984 y canonizada por el papa Francisco el 16 de octubre de 2016.

Isabel de la Trinidad encuentra la fuente de toda su espiritualidad en la comprensión de la inhabitación Trinitaria, es decir en aquel misterio que nos explica como habita la Santísima Trinidad en nuestras almas desde que somos bautizados. Cuando Isabel supo que su nombre significa Casa de Dios ella se llena de alegría y va llevando su vocación por ese Misterio. Dios está en mí y si Dios está en mí el cielo está en mí.

Hoy nosotros podemos aprender de Isabel a vivir a plenitud nuestro bautismo, a reconocer y constantemente recordar que somos templos de Dios, que la Santísima Trinidad habita en nuestras almas y por ello debemos ser una ofrenda agradable a Dios, siendo coherentes con nuestra vida, siendo signo de quien vive en mí, para ser gloria de alabanza de la Trinidad.  

Elevación a la Trinidad

Santa Teresa Benedicta de la Cruz - Edith Stein

El 12 de octubre de 1891 nacía en la ciudad de Breslau, entonces Alemania, Edith Stein. Era la última de los once hijos del matrimonio entre Augusta Courant y Siegfried Stein. Su origen era hebreo, de una familia religiosa practicante judía. Edith nace en el día que se celebraba la fiesta judía de las expiaciones. Esta fecha será un signo profético de su vida y su vocación.

La infancia de Edith no fue fácil. Su padre muere cuando ella aún no había cumplido los dos años y su madre tiene que hacerse cargo del negocio familiar.

A la edad de trece años entra en la crisis de la adolescencia y por su mismo carácter, la hace llegar a  renegar de la religión materna por no encontrar en ella sentido. También abandona los estudios. Al poco tiempo se da cuenta que necesita de los estudios para seguir buscando satisfacer sus ansias de verdad y así los reanuda llegando a terminar su bachillerato. Al concluir, decide ir a la universidad. Era 1911 la presencia oficial de mujeres en la universidad alemana no llevaba más de diez años y, aunque ya era algo normal, no era bien vista su presencia en ciertas ramas del saber, entre ellas el de filosofía, precisamente el campo que escogió Edith Stein. Además de la filosofía, Edith toma gran interés por la germanística, la historia y la psicología.

En este tiempo, llega a sus manos los escritos filosóficos de Edmund Husserl, fundador de la escuela fenomenológica. Esto hará que Edith decida cambiar de universidad.

En abril de 1913 llega a la universidad de Gotinga. Aquí se le abrío un nuevo mundo, se inicia para Edith un periodo nuevo en su vida. La fe y la religión reaparecen en su vida, su ateísmo se trasforma poco a poco en apertura hacia el fenómeno religioso.

Con la llegada de la primera guerra mundial, Edith se siente llamada a servir a la humanidad sufriente, para lograrlo se compromete como voluntaria de la Cruz Roja y en 1915 es destinada a un hospital austriaco. El contacto con los heridos y moribundos influirá fuertemente en su interior y su preocupación por encontrar una respuesta al valor existencial del hombre se agudiza.

En 1917 un acontecimiento especial marcó su vida de búsqueda: la muerte de su amigo Adolf Reinach. La viuda llamó a Edith para que le ayudase a ordenar sus manuscritos. Edith al encontrarse con una mujer sumergida en el dolor por la muerte de su esposo, pero llena de paz y esperanza en la vida eterna, descubre a Cristo y desde ese momento empieza a estudiar interiormente la fe cristiana.

Desde un largo camino de dudas, en el verano de 1921, pasando unos días de vacaciones en casa del matrimonio Conrad – Martius, en un momento en que ellos no se encontraban en casa, Edith sintiéndose aburrida buscó en la biblioteca algún para matar el tiempo, tomó el Libro de la Vida de Santa Teresa de Jesús, en el que la santa de su puño y letra revela su camino espiritual, y como la misma Edith nos lo cuenta: “comencé a leer, me sentí cautivada inmediatamente y no cesé de leer hasta el final. Cuando cerré el libro me dije: ¡ésta es la verdad!”. Y al final decide dar el último paso a su conversión.

Se bautiza el 1 de enero de 1922 y el 2 de febrero recibe la confirmación. Desde 1928 se dedica a dar conferencias, a hacer trabajos de estudio y traducción, a la actividad docente en el Instituto Pedagógico Alemán de Münster, hasta que en 1933, con el triunfo de Hitler, se prohíbe a todos los judíos desempeñar cargos públicos. Edith ve en este momento la situación propicia para cumplir su vocación, muchas veces aplazada por sus confesores, ella desea entrar en el Carmelo Teresiano.

El 14 de octubre de 1933 ingresa en el Carmelo de Colonia. El 15 de abril de 1934 viste el hábito con el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz y el 21 de abril de 1935 hace su profesión religiosa.

Debido a la crueldad con que se manifestaba el odio a los judíos en Alemania, la comunidad le sugiere ir a otro monasterio, así la hermana Teresa Benedicta se traslada al monasterio de carmelitas de Echt en Holanda. En 1938 en la noche vieja, se realizó el viaje.

En 1940 Alemania invade Holanda, al principio respetaban a los judíos cristianos en este país, pero luego este respeto desaparece. En julio de 1942 los obispos denuncian la deportación de los judíos. Los nazis como respuesta sacaron a todos los religiosos de ascendencia judía de sus conventos y los llevaron  a los campos de concentración. El 2 de agosto de 1942 es sacada de la clausura Teresa Benedicta y junto con su hermana Rosa, son llevadas al campo de concentración de Westerbork, luego a  Amesdorf y finalmente al de Auschwitz donde el 9 de agosto de 1942 murió mártir de Cristo y por la salvación de su pueblo en la cámara de gas.

Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 1 de mayo de 1987 y canonizada por el mismo Pontífice el 11 de octubre de 1998.

La personalidad de santa Teresa Benedicta de la Cruz es una fuente llena de esperanza para el hombre actual.

Edith Stein representa al hombre moderno con sus inquietudes ideológicas, con su alejamiento de Dios, con sus históricas preguntas sobre el sentido de la vida, de la persona humana y las realidades eternas.

Edith es un ejemplo de la conjunción entre identidad personal y libertad humana. Quiso ser ella misma sin permitir que nadie se lo impidiera. Lo consiguió a base de renuncias, de sufrimientos y a pesar de las incomprensiones.

Edith, ya como religiosa carmelita descalza, vive su itinerario espiritual, de corte preferentemente sanjuanista, en clave de crucifixión y muerte, porque dice ella: “la unión del alma con Cristo se realiza en el madero de la Cruz”. Desde su experiencia personal ella afirma que: “aquí abajo no hay un momento de alegría pura que no esté bajo la Cruz de Cristo”.

Santa María de Jesús Crucificado

Abellín es una pequeña aldea de Galilea. Aquí nace Mariam Baouardy el 5 de enero de 1846, hija de Jorge Baouardy y María Shahine. Según el rito griego, fue bautizada y confirmada diez días después en una iglesia de la aldea, dedicada a San Jorge.

Dos años más tarde nació otro hijo, al que le dio el nombre de Boulos (Pablo). La tranquilidad duró poco. Cuando Mariam cumplió tres años perdió al padre y a la madre en pocos días. Un tío paterno acogió a Mariam y una tía materna a Pablo. Desde aquel día los dos hermanos se separaron y no se volvieron a ver más.

Algunos años después se trasladó junto con su tío a Alejandría, en Egipt. Aquí Mariam creció y al cumplir los trece años, según la costumbre oriental, fue prometida en matrimonio con un primo suyo. Se hicieron los preparativos, pero para sorpresa de todos Mariam rechazó el matrimonio. Nada valieron los intentos para convencer a Mariam por las buenas ni se consiguió nada por la intervención de un sacerdote y un obispo amigo de la familia. Por esta causa su tío la castigó enviándola a trabajar en la cocina.

Pasados tres meses Mariam pensó que su hermano Pablo la podía ayudar y decide enviarle una carta rogándole que fuera a socorrerla. La llevó a un musulmán que conocía por haber sido un antiguo sirviente de su tío. Mariam fue muy bien acogida por el hombre, su madre y su mujer quienes le invitaron a cenar. Los anfitriones le ofrecieron su ayuda si se convertía a la religión musulmana cosa que ella rehusó. El musulmán enojado por esta negativa, la hirió gravemente en el cuello con un arma blanca y la abandonó en un camino desértico. Mariam no supo nunca quién la curó ni como logró sobrevivir, siempre lo atribuyó a la intercesión de la Virgen María.

Después de todo esto Mariam se ganó la vida como doméstica, sirviendo en varias familias de Alejandría, Jerusalén, Beirut donde se le ofreció ir a Marsella para entrar al servicio de una familia Najiar. Llegó a Francia en mayo de 1863 y fue empleada como cocinera.

En 1865 ingresa en las hermanas de San José de la Aparición, pero en 1867 la despiden a causa de los hechos extraordinarios de su vida espiritual, considerándola apta para la vida de clausura. No todas las hermanas estuvieron de acuerdo con la decisión, por eso, la Madre Verónica que se preparaba para entrar en el Carmelo de Pau, le propuso que le acompañara. Mariam aceptó y las carmelitas descalzas la aceptaron.

El 27 de julio de 1867 vistió el hábito en el monasterio de Pau y el 21 de agosto de 1870 partió para Mangalore (India) entre el grupo de fundadoras de Carmelo en estas tierras. Aquí profesó el 21 de noviembre de 1871. Tomó el nombre de María de Jesús Crucificado.

A causa de algunas extraordinarias manifestaciones de misticismo que no tenía explicación, fue juzgada como endemoniada por lo que la mandaron de nuevo a Pau en septiembre de 1872.

Poco después de su regreso, María empezó a hablar de una fundación en Belén. La idea fue acogida con mucha frialdad, pero después de mucha contradicción y dificultad, el proyecto salió a flote, arribando a esta ciudad el 12 de septiembre de 1875.

El 21 de noviembre de 1876 se instala la comunidad en el nuevo convento aún inconcluso. María declara que es necesario fundar otro Carmelo en Nazaret del cual pudo ver el terreno en que se construiría.

De vuelta en Belén siempre estuvo vigilante de los trabajos. El 22 de agosto yendo por los cubos de agua cayó fracturándose el brazo izquierdo. El mal se gravó y al día siguiente apareció la gangrena.

El día 25 la asistió un cirujano quien constató que ya no podía hacerse nada. Le fueron administrando los sacramentos. A las cinco se rezó el ángelus. Le fue sugerida la invocación Jesús mío ¡misericordia!, y ella dijo: “¡Oh si, misericordia!” y entregó su buena alma al Creador. Era el 26 de agosto de 1878.

Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 13 de noviembre de 1983 y canonizada por el papa Francisco el 17 de mayo de 2015.

Conocida como la “florecilla Árabe” por su sencillez y el perfume de virtudes que exhala. Santa María de Jesús Crucificado nos enseña mucho con su humildad, el haber deseado permanecer en los cargos más humildes y conservando su estado de lega, ante una sociedad que busca llamar la atención, haciéndonos ver como actores de novelas; María nos muestra que a pesar de lo extraordinario que pueda ocurrirnos la verdadera alegría no se encuentra en figurar con nuestras experiencias, mucho menos si ésta son entre nosotros y Dios.

María de Jesús también es una estigmatizada que nos invita a caminar por el sendero de la sencillez por donde llegaremos a conformarnos con Cristo, es decir a hacernos semejantes a Él y ser para siempre uno con Jesús.

Santa Teresa Margarita Redi

Anna Maria Redi nació en una familia noble de Arezzo, Italia, hija del conde Ignacio Redi y Camilla Billeti. Después de ser confiada su educación en una escuela de monjas benedictinas de San Apolonia en Florencia, en 1764 entró en el monasterio de la Orden de las carmelitas descalzas en Florencia, tomando el nombre de Teresa Margarita del Sagrado Corazón de Jesús.

Sus años en el monasterio fueron de una vida muy íntima y espiritual. Se dedicó en la vida contemplativa bajo las palabras de Juan 4:8, «Dios es amor». Según la creencia, vaticinó el día de su muerte, que llegaría cuando contara con 23 años.

Después de una rápida descomposición, las monjas iniciaron rápidamente los ritos funerarios, Pero al cabo de tres días, la descomposición se revertió y el cuerpo de la monja tenía la impresión de una persona dormida. Las monjas, así como algunos sacerdotes y doctores de la zona, dieron fe de la reversión del cuerpo de Teresa Margarita que parecía que estuviera durmiendo y no había ningún síntoma de corrupción o descomposición. Su cuerpo incorruptible continúa en el monasterio de Florencia.

San Rafael Kalinowski

José Kalinowski, nace en Vilna (Lituania) el 1 de septiembre de 1835, hijo de André Kalinowski y Josefina Polonska, nobles católicos.

Estudia en la academia militar de san Petersburgo, con buenos resultados, pero a causa de la insurrección de su país frente a la ocupación rusa, decide dejar el ejército y aunque, por sus conocimientos, sabe que el éxito de la insurrección es imposible, decide ayudar a sus compatriotas, acepta el cargo de ministro de la guerra y evita en lo posible el mayor derramamiento de sangre.

En  marzo de 1864 es arrestado y se le condena a la pena capital, que es conmutada por 10 años de trabajos forzados en Siberia. Con un crucifijo y la Imitación de Cristo, sale para Siberia y tras 9 meses de durísimo viaje, llega con los supervivientes a las riberas del lago Bajkal.

En aquellas circunstancias especialmente duras, demostró una gran entereza y caridad, soportando los sufrimientos y las incomodidades, compartiendo con los demás lo que tenía, y podían enviarle sus familiares: «Lo escribo claramente, la mi­seria aquí es grande; encontrar dinero en la patria es siempre más fácil que en Siberia. Me es inconcebible ser indiferente».

Con los años, se le libera de los trabajos forzados, y el 2 de febrero de 1874 le conceden la libertad, aunque tiene prohibido volver a vivir en Lituania. Aceptó entonces el puesto de tutor de Augusto Czartoryski, de 16 años, que vivía la mayor parte del tiempo en París.

El 15 de julio de 1877, entra en el convento carmelita de Grantz, con el nombre de Rafael de San José. Pronuncia sus primeros votos el 26 de noviembre de 1878 y parte hacia Hungría para estudiar filosofía y teología en el convento de Raab. El 27 de noviembre de 1881, pronuncia sus votos perpetuos y es enviado a Polonia al convento de Czerna donde es ordenado sacerdote el 15 de enero de 1882 y en un año le dieron responsabilidades de gobierno.

Reorganiza la Orden en Polonia y la tercera orden seglar. Publica algunas biografías. En 1906, toma la dirección del colegio de teología en Wadowice. Es apreciado por todos como director espiritual y confesor. Se dedica con especial interés a tratar a sus hermanas carmelitas descalzas con gran entrega.

Muere el 15 de noviembre de 1907 en Wadowice. Fue beatificado en Cracovia el 22 de junio de 1983 por el Papa Juan Pablo II y canonizado en Roma el 17 de noviembre de 1991. Su fiesta fue fijada el 19 de noviembre.

En su vida, destacan de forma especial el espíritu de caridad y el espíritu de reconciliación, junto con la entrega que desarrolló en la formación especialmente de los jóvenes.

Enseña a tener el coraje de perseverar en la fe y de confiar en las dificultades; también que solamente a la luz de la reconciliación proveniente de Dios se puede avanzar hacia el encuentro con el hombre y hacia el perdón. Y que para poder perdonar, hay que saberse perdonado.

Poseía un carácter abierto, pleno de cordialidad. De su permanencia en Siberia, regresó convencido de la necesidad de dedicarse a la juventud, puesto que, en esta etapa de la vida, el aprendizaje es configurador de la persona y se decide el futuro. Buscaba ante todo una formación integral del ser humano; le movía un interés espiritual e intelectual.

Su vida fue iluminada por el evangelio y la persona de Jesús.

Es invocado como patrón de siberianos, educadores, ferroviarios, ingenieros y jóvenes.

Santos Luis Martín y Celia Guérin

Luis Martin nació en Burdeos el 22 de agosto de 1823. Era el segundo de los cinco hijos del matrimonio Pierre-François Martin, capitán del ejército francés, y Marie Anne Fanny Boureau, cristianos de fe viva. La primera formación de Luis estuvo vinculada a la vida militar y se benefició de las facilidades que tenían los hijos de los militares.

Al jubilarse su padre, la familia se trasladó a Alençon (1831) y Luis estudió con los Hermanos de las Escuelas Cristianas de la ciudad. Tanto en la familia como en el colegio recibió una sólida formación religiosa.

Terminados los estudios, no se inclinó hacia la vida militar, sino que quiso aprender el oficio de relojero, primero en Bretaña, luego en Rennes, Estrasburgo, en el Gran San Bernardo (Alpes suizos) y por último en París.

A los veintidós años sintió el deseo de consagrarse a Dios en la vida religiosa. Para ello, se dirigió al monasterio del Gran San Bernardo, con intención de ingresar en esta Orden, pero no fue admitido porque no sabía latín. Con gran valor se dedicó a estudiarlo durante más de un año, con clases particulares; pero, finalmente, renunció a ese proyecto. No se sabe mucho de este período: sólo que su madre en una carta le exhortaba a «ser siempre humilde», y que mostró su valentía y sangre fría salvando de morir ahogado al hijo del amigo de su padre, con el que residía.

En Alençon puso una relojería. Sus padres, tras la muerte de los otros hijos, vivieron siempre con él, incluso después de su matrimonio con Celia Guérin.

Hábil en su oficio, tenía amigos y conocidos con los que le gustaba pescar y jugar al billar, y era apreciado por sus cualidades poco comunes y por su distinción natural, que explica por qué le presentaron un proyecto de matrimonio con una joven de la alta sociedad, al que se negó.

En 1871 vendió el edificio a un sobrino. El amor al silencio y al retiro lo llevó a comprar una pequeña propiedad con una torre y un jardín. Allí instaló una estatua de la Virgen, que le había regalado la señora Beaudouin; trasladada más tarde a Buissonnets, esta imagen fue conocida en todo el mundo como la Virgen de la Sonrisa.

Celia Guérin nació en Gandelain, departamento de Orne (Normandía), el 23 de diciembre de 1831. Era hija de Isidoro Guérin, un militar que a los 39 años decidió casarse con Louise-Jeanne Macè, dieciséis años más joven que él. De esta unión nacieron también Marie Louise, la primogénita (fue monja visitandina), e Isidore, el más pequeño. Para los padres de Celia la vida había sido dura, lo que repercutía en su manera de ser: eran rudos, autoritarios y exigentes, si bien tenían una fe firme. Celia, inteligente y comunicativa por naturaleza, dice en una de sus cartas que su infancia y juventud fueron tristes «como un sudario». A pesar de ello, cuando su padre, viudo y enfermo, manifestó el deseo de ir a habitar con ella, lo acogió y cuidó con devoción hasta que murió en 1868. Afortunadamente encontró en su hermana Marie Louise un alma gemela y una segunda madre.

Cuando se jubiló su padre, la familia se estableció en Alençon en 1844. La señora Guérin abrió un café y una sala de billar, pero su carácter intransigente no favoreció el desarrollo del negocio. La familia salía adelante con dificultad, gracias a la pensión y a los trabajos de carpintería del padre. En pocos años, la situación financiera se hizo muy precaria y no mejoró hasta que las hijas contribuyeron con su trabajo a cuadrar el balance familiar. Esta situación económica influyó en los estudios de las hijas: Celia entró en el internado de las religiosas de la Adoración perpetua; aprendió los primeros rudimentos del punto de Alençon, un encaje de los más famosos de la época; luego, para perfeccionarse, se inscribió en la «Ecole dentellière». Mientras tanto, la hermana mayor se dedicó al bordado, con su madre. No tenemos documentación de este período, pero Celia conservaba un excelente recuerdo de este tiempo.

Se dedicó a la confección de dicho encaje. Deseó formar parte de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, pero no la admitieron. Pidió luz al Señor para conocer su voluntad y el 8 de diciembre de 1851, después de una novena a la Inmaculada Concepción, escuchó interiormente las palabras: «Hacer punto de Alençon». Con la ayuda de su hermana comenzó esta empresa y ya a partir de 1853 era conocida como fabricante del punto de Alençon. En 1858 la casa para la que trabajaba recibió una medalla de plata por la fabricación de este encaje y Celia una mención de alabanza. Poco después, su hermana entró en el monasterio de la Visitación y tomó el nombre de María Dositea.

Un día, al cruzarse con un joven de noble fisonomía, semblante reservado y dignos modales, se sintió fuertemente impresionada y oyó interiormente que ese era el hombre elegido para ella. En poco tiempo los dos jóvenes llegaron a apreciarse y amarse, y el entendimiento fue tan rápido que contrajeron matrimonio el 13 de julio de 1858, tres meses después de su primer encuentro. Llevaron una vida matrimonial ejemplar: misa diaria, oración personal y comunitaria, confesión frecuente, participación en la vida parroquial. De su unión nacieron nueve hijos, cuatro de los cuales murieron prematuramente. Entre las cinco hijas que sobrevivieron, Teresa, la futura santa patrona de las misiones, es una fuente preciosa para comprender la santidad de sus padres: educaban a sus hijas para ser buenas cristianas y ciudadanas honradas. A los 45 años, Celia recibió la noticia de que tenía un tumor en el pecho y pidió a su cuñada que, cuando ella muriera, ayudara a su marido en la educación de los más pequeños: vivió la enfermedad con firme esperanza cristiana hasta la muerte, en agosto de 1877.

Luis se encontró solo para sacar adelante a su familia: La hija mayor tenía 17 años y la más pequeña, Teresa, cuatro y medio. Se trasladó a Lisieux, donde residía el hermano de Celia; de este modo la tía Celina pudo cuidar de las hijas. Entre 1882 y 1887 Luis acompañó a tres de sus hijas al Carmelo. El sacrificio mayor fue separarse de Teresa, que entró en el Carmelo a los 15 años. Luis tenía una enfermedad que lo fue invalidando hasta llegar a la pérdida de sus facultades mentales. Fue internado en el sanatorio de Caen, y murió en julio de 1894.

No estamos habituados a pensar en la santidad de un matrimonio, porque nuestra experiencia nos lleva a unir la santidad a un individuo. Juan Pablo II se atrevió a ir más allá de los esquemas, beatificando a Luis y María Beltrame Quattrocchi. Ahora, el Papa Benedicto XVI ha decidido añadir a ellos a los cónyuges Martin, a fin de mostrar a los padres y madres de familia de todo el mundo la grandeza de la vocación a la vida conyugal. Así se concreta la invitación de Juan Pablo II: «Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este «alto grado» de la vida cristiana ordinaria. La vida entera de la comunidad eclesial y de las familias cristianas debe ir en esta dirección» (Novo millennio ineunte, 31) y del concilio Vaticano II: «Todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad» (Lumen gentium, 40).

¿Qué es lo que fascina de los esposos Martin? ¿Qué mensaje deja esta familia a la Iglesia y a la sociedad? Sin duda fascina la valentía de esta familia que, después de diecinueve años de matrimonio, ante la crisis económica que afligía a Francia, queriendo garantizar bienestar y futuro a sus hijos, halló la fuerza de dejar Alençon y trasladarse a Lisieux, como tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo, «emigrantes» en busca de lo que pudiera hacer más bella la vida y concreta la esperanza. Hay una belleza que emana de su trabajo artesanal emprendedor: Luis Martín, como relojero y joyero; y Celia Guérin, como pequeña empresaria de una taller de bordado. Junto con sus cinco hijas, emplearon tiempo y dinero en ayudar a quienes tenían necesidad. Su casa no fue una isla feliz en medio de la miseria, sino un espacio de acogida, comenzando por sus obreros. El matrimonio Martin nos recuerda que existe una ética que debe imbuir la vida de los empresarios, poniendo en el centro el valor de la persona humana (cf. Populorum progressio, 42-44). Anima su testimonio cristiano de laicos, vivido dentro y fuera de las paredes del hogar, a través de la belleza de su vida, la fascinación de los sentimientos, la transparencia del amor, sabiendo dedicarse tiempo, porque «el amor no es un trabajo para hacer de prisa» (M. Noëlle). El compromiso eclesial de los esposos Martin recuerda que «la futura evangelización depende, en gran parte, de la iglesia doméstica» (Familiaris consortio, 52), y tiene el sabor de la ternura.

San Enrique de Ossó

Nace en Vinebre, Tarragona, en 1840. Siendo joven vive la experiencia de la enfermedad y la muerte de su madre que le expresa el gozo que le daría si fuera sacerdote. A los 14 años huye a Montserrat y pide ingresar en el seminario de Tortosa. Muy pronto se verá inundado por una experiencia honda de Dios que va gestando en él a un apóstol con deseo de dar a conocer a Jesús. Catequista, maestro, sacerdote. Su deseo primero ‘Seré siempre de Jesús, su ministro, su apóstol, su misionero de paz y amor’ empieza a desplegarse y a fecundar la tierra donde vive, Tortosa. ¿Su estrategia? ¡Primero los niños!, ¿Su pasión? ¡que conozcan a Jesús!, ¿Su visión? ¡por los niños a la conquista de los hombres! En poco tiempo los niños irán siendo transformadores de su entorno familiar y social.

Desierto de Las Palmas, Castellón. Enrique de Ossó tiene 32 años y vive una experiencia espiritual que marcará para siempre su existencia. Descubre en Teresa de Jesús el sentido, la clave, la inspiración, la fuerza para dar respuesta a la realidad que le toca vivir. Ya no puede mirar la vida sino por los ojos de Teresa de Jesús. Ya no puede desear otro modo de amar sino el que aprende de Teresa, ya no puede saciar su sed sino en el mismo pozo en el que ella sació la suya, Jesús. Volver la mirada a Teresa de Jesús

y adentrarse en su experiencia le llevan a sentir la necesidad de ‘consagrase en exclusiva a la misión teresiana’ hasta convertirse en fundador y en uno de los grandes teresianistas del siglo XIX. Enrique de Ossó descubrió en Teresa de Jesús la mediación más apropiada para los hombres y mujeres de su tiempo. Amor, pasión, misión… tres palabras que se entrelazan y se convierten en él en un único movimiento: ¡ya todo en Enrique será teresiano!

Las obras teresianas y los escritos de Enrique de Ossó se suceden en poco tiempo y nacen de la escucha atenta a la realidad y la atracción interior que siente: La Revista Teresiana, la Archicofradía de Hijas de María y Teresa de Jesús, hoy MTA -Movimiento Teresiano Apostólico-, la Compañía de Santa Teresa de Jesús, el Rebañito del Niño Jesús, la Hermandad Josefina y la Hermandad Teresiana Universal. Fue, además, uno de los promotores de las peregrinaciones teresianas de la cuna al sepulcro en el siglo XIX.

Beato Francisco Palau y Quer

Nació el 29 de diciembre de 1811 en Aytona, Lérida, España. Fueron sus padres José Palau y María Antonia Quer. Francisco fue el séptimo hijo de los nueve que tuvieron el matrimonio Palau y Quer. Como era la costumbre de la época, francisco fue bautizado el mismo día que nació y recibió la confirmación el 11 de abril de 1817.

En 1828 por recomendación de Juan Camps, párroco de su pueblo natal, logra una beca que le permite ingresar en el Seminario de Lérida donde estudió por cuatro años filosofía y teología. En este espacio de tiempo reconoce que su vocación no es el sacerdocio, tampoco el matrimonio. Decide ser religioso en el Carmelo Descalzo. Francisco renuncia a la beca conseguida cuatro años antes e ingresa a los pocos meses en el Carmelo Teresiano, vistiendo el hábito el 14 de noviembre de 1832 en Barcelona, adoptando el sobrenombre religioso de Francisco de Jesús, María y José. Profesó el 15 de noviembre de 1833. Los Superiores le aconsejaron que continúe con sus estudios sacerdotales.

El 25 de julio de 1835 fue incendiado el convento en el que él vivía. En esta toma del convento, los frailes huyeron, menos Fray Francisco que se detuvo a ayudar a un religioso anciano que no se podía valer por sí mismo, siendo apresado y llevado a la prisión barcelonesa de la ciudadela.

Durante este tiempo de exclaustración que se ve alargar, los superiores le piden a Francisco se prepare para la ordenación sacerdotal y él obedece con todas las disposiciones interiores. Es ordenado sacerdote el 2 de abril de 1836. Ha aceptado el sacerdocio sin renunciar a su vocación religiosa en el Carmelo Teresiano.

En 1840 el 21 de julio junto con otros ocho compañeros cruzan la frontera francesa. Este destierro duro once años, regresando a España a finales de abril de 1851.

El 16 de noviembre de 1851, inaugura la “escuela de la Virtud”, Francisco ha visto que la mejor forma de ganar a la incredulidad y al fanatismo es por medio de la enseñanza. Los sectores anticlericales y revolucionarios de Barcelona se dan cuenta del peligro que para ellos representa esta “escuela de la Virtud” y terminan cerrándola y desterrando a Francisco a Ibiza, el 9 de abril de 1854.

En el Vedrá (islote frente de Ibiza), en las entrañas de roca y en la soledad, vive las vicisitudes de la Iglesia inmerso en su misterio.

En 1860 regresa a Barcelona, gracias a la amnistía dada por el gobierno central de Madrid. Empieza a renacer su afán fundacional, ayudado por Juana Gratias, poniendo en marcha el Carmelo misionero con la fundación de Ciudadela entre 1860 y 1861 y luego Barcelona, Vallcarca y a los dos años después por Cataluña y ato Aragón.

Predica misiones populares en las islas y en la península extendiendo la devoción mariana a su paso.

Viaja a Roma en 1866 y lo hace nuevamente en 1870 para presentar sus preocupaciones sobre el exorcistado a los padres conciliares del Vaticano I.

Pasó sus últimos años entre actividades de fundador y sus retiros contemplativos en el Vedrá o en Vallcarca.

En 1872 en febrero visita a las hermanas de Aytona, su ciudad natal. Tiene que volver con prisa a Barcelona y parte sin demora el 10 de marzo de 1872.

Llega a Tarragona enfermo y cansado. Su estado se agrava cada vez más, lo atienden con los últimos sacramentos y en un suspiro dice “¡Dios mío habéis trocado mi suerte!”. Con estas últimas palabras una pulmonía lo llevaba a contemplar cara a cara a Dios. Era el 20 de marzo de 1872.

Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 24 de abril de 1988.

El beato Francisco Palau nos ofrece un mensaje eclesial lleno de amor, nos invita a buscar la forma de combatir a  aquellos que atacan a la Iglesia; él descubre en la enseñanza la manera de combatir la falta de fe. Crear valores en la juventud en su ideal y esto debemos tomar como mensaje actual, formarnos y formar a las generaciones futuras en valores cristianos y humanos que se vayan convirtiendo en virtudes que adornen nuestra Iglesia real que somos todos nosotros.

El beato Francisco nos enseña de palabra y de obra que el camino es duro, pero basado en esfuerzo y perseverancia lograremos realizarnos en Cristo y su Iglesia. Nos invita a hacer en nosotros vida su frase: “vivo y viviré por la Iglesia, muero y moriré por ella”.

Beata Ana de San Bartolomé

Abellín es una pequeña aldea de Galilea. Aquí nace Mariam Baouardy el 5 de enero de 1846, hija de Jorge Baouardy y María Shahine. Según el rito griego, fue bautizada y confirmada diez días después en una iglesia de la aldea, dedicada a San Jorge.

Dos años más tarde nació otro hijo, al que le dio el nombre de Boulos (Pablo). La tranquilidad duró poco. Cuando Mariam cumplió tres años perdió al padre y a la madre en pocos días. Un tío paterno acogió a Mariam y una tía materna a Pablo. Desde aquel día los dos hermanos se separaron y no se volvieron a ver más.

Algunos años después se trasladó junto con su tío a Alejandría, en Egipt. Aquí Mariam creció y al cumplir los trece años, según la costumbre oriental, fue prometida en matrimonio con un primo suyo. Se hicieron los preparativos, pero para sorpresa de todos Mariam rechazó el matrimonio. Nada valieron los intentos para convencer a Mariam por las buenas ni se consiguió nada por la intervención de un sacerdote y un obispo amigo de la familia. Por esta causa su tío la castigó enviándola a trabajar en la cocina.

Pasados tres meses Mariam pensó que su hermano Pablo la podía ayudar y decide enviarle una carta rogándole que fuera a socorrerla. La llevó a un musulmán que conocía por haber sido un antiguo sirviente de su tío. Mariam fue muy bien acogida por el hombre, su madre y su mujer quienes le invitaron a cenar. Los anfitriones le ofrecieron su ayuda si se convertía a la religión musulmana cosa que ella rehusó. El musulmán enojado por esta negativa, la hirió gravemente en el cuello con un arma blanca y la abandonó en un camino desértico. Mariam no supo nunca quién la curó ni como logró sobrevivir, siempre lo atribuyó a la intercesión de la Virgen María.

Después de todo esto Mariam se ganó la vida como doméstica, sirviendo en varias familias de Alejandría, Jerusalén, Beirut donde se le ofreció ir a Marsella para entrar al servicio de una familia Najiar. Llegó a Francia en mayo de 1863 y fue empleada como cocinera.

En 1865 ingresa en las hermanas de San José de la Aparición, pero en 1867 la despiden a causa de los hechos extraordinarios de su vida espiritual, considerándola apta para la vida de clausura. No todas las hermanas estuvieron de acuerdo con la decisión, por eso, la Madre Verónica que se preparaba para entrar en el Carmelo de Pau, le propuso que le acompañara. Mariam aceptó y las carmelitas descalzas la aceptaron.

El 27 de julio de 1867 vistió el hábito en el monasterio de Pau y el 21 de agosto de 1870 partió para Mangalore (India) entre el grupo de fundadoras de Carmelo en estas tierras. Aquí profesó el 21 de noviembre de 1871. Tomó el nombre de María de Jesús Crucificado.

A causa de algunas extraordinarias manifestaciones de misticismo que no tenía explicación, fue juzgada como endemoniada por lo que la mandaron de nuevo a Pau en septiembre de 1872.

Poco después de su regreso, María empezó a hablar de una fundación en Belén. La idea fue acogida con mucha frialdad, pero después de mucha contradicción y dificultad, el proyecto salió a flote, arribando a esta ciudad el 12 de septiembre de 1875.

El 21 de noviembre de 1876 se instala la comunidad en el nuevo convento aún inconcluso. María declara que es necesario fundar otro Carmelo en Nazaret del cual pudo ver el terreno en que se construiría.

De vuelta en Belén siempre estuvo vigilante de los trabajos. El 22 de agosto yendo por los cubos de agua cayó fracturándose el brazo izquierdo. El mal se gravó y al día siguiente apareció la gangrena.

El día 25 la asistió un cirujano quien constató que ya no podía hacerse nada. Le fueron administrando los sacramentos. A las cinco se rezó el ángelus. Le fue sugerida la invocación Jesús mío ¡misericordia!, y ella dijo: “¡Oh si, misericordia!” y entregó su buena alma al Creador. Era el 26 de agosto de 1878.

Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 13 de noviembre de 1983 y canonizada por el papa Francisco el 17 de mayo de 2015.

Conocida como la “florecilla Árabe” por su sencillez y el perfume de virtudes que exhala. Santa María de Jesús Crucificado nos enseña mucho con su humildad, el haber deseado permanecer en los cargos más humildes y conservando su estado de lega, ante una sociedad que busca llamar la atención, haciéndonos ver como actores de novelas; María nos muestra que a pesar de lo extraordinario que pueda ocurrirnos la verdadera alegría no se encuentra en figurar con nuestras experiencias, mucho menos si ésta son entre nosotros y Dios.

María de Jesús también es una estigmatizada que nos invita a caminar por el sendero de la sencillez por donde llegaremos a conformarnos con Cristo, es decir a hacernos semejantes a Él y ser para siempre uno con Jesús.

Beato María Eugenio del Niño Jesús

Henry Grialou, nació el 2 de diciembre de 1894 en Aveyron, Francia. Sus padres fueron Augusto Grialou y María Miral. Cuando Henry tenía apenas diez años, murió su papá y su madre asumió la difícil situación de mantener a sus cinco hijos lavando ropa.

Desde muy pequeño Henry soñaba con ser sacerdote. El 18 de julio de 1904, hizo su primera comunión en la iglesia de Gua y el párroco pensaba enviarle al seminario de Graves, pero Henry es consciente que la economía de su casa no podría cubrir sus estudios y no quiere que a su madre que ya trabaja sin descanso se le añada otro gasto más. Es así que en 1905, un padre de la congregación del Espíritu Santo y del inmaculado Corazón de María, conocidos como padres espirítanos, lo invita a formarse para ser sacerdote gratuitamente en uno de los seminarios de la comunidad en Italia. Henry deja su tierra y a sus 11 años parte para Italia.

Henry reconoce que su vocación ni es para esa comunidad, que él tomó la primera oportunidad que se le presentó para realizar el sueño de ser sacerdote, pues sabía que su madre, viuda, no tenía los recursos suficientes para que el ingresara al seminario diocesano. Finalmente, Henry decide regresar a casa.

Un día, le confía a una señora amiga de la familia su deseo de ser sacerdote y que está dispuesto a trabajar y ahorrar para pagarse la pensión en el seminario: “seré sacerdote”. Esta mujer conmovida de ver el sufrimiento de Henry, se lo comenta a su madre, que al enterarse de esto y verlo tan decidido, lo deja partir al seminario, ella pagará la pensión. Henry sufrirá mucho por esta situación, pues sabía el gran esfuerzo que le costaba a su madre conseguir este dinero.

En 1913, tiene que interrumpir los estudios y se alista como voluntario, en el ejército, al hacerlo de manera voluntaria le permite quedarse en Rodez de manera alterna algunos cursos del seminario con el cuartel.

En 1914 llega la guerra y Henry forma parte de ella por los siguientes cinco años, en los que se sentirá protegido por Santa Teresa del Niño Jesús, el mismo dirá: “detenía las balas”. Una carta a un amigo registra la historia de aquella marca que llevaba en el rostro.

Terminada la guerra, decide volver al seminario ante la posibilidad de seguir la carrera militar, este retorno a un ritmo diferente y entre compañeros mucho más jóvenes, no le desanimo en su deseo de ser sacerdote para la eternidad. En la noche del 13 al 14 de diciembre, durante el retiro de preparación para el subdiaconado, Henry lee un compendio de San Juan de la Cruz y sintió la llamada insistente al Carmelo, no sabe si existen padres carmelitas en Francia, pero estaba dispuesto a ser carmelita.

Henry tendrá que tener paciencia, su obispo no quiere dejarlo ir, su director espiritual se opondrá a esta idea y su madre, que ya se ha hecho la ilusión de vivir con él en la casa cural y tener una vejez al lado de su hijo sacerdote, ve caer sus sueños y se opondrá radicalmente al punto de amenazarlo que si él se hace carmelita ella se suicidará.

La obediencia de Henry, ha gana finalmente el corazón del obispo, que al ver que se somete a sus órdenes, se da por vencido y le da el permiso para marchar con los carmelitas. Es ordenado sacerdote, el 4 de febrero de 1922, y el día 5 celebra su primera Misa, después de ella su madre indignada pide hablar con el obispo y en la charla lejos de poder consolarla, le confirma que Henry, se les escapa a los dos tanto a ella como a él.

El 24 de febrero de 1922, Henry ingresa en el Carmelo de Avon y el 10 de marzo del mismo año, toma el hábito de carmelita descalzo con el nombre de María Eugenio del Niño Jesús. Al año profesará por primera vez y por tres años el domingo 11 de marzo. Al mes siguiente el 29 de abril de 1923, la beatificación de Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz en Roma se convertirá en un signo personal para el carmelita.

La lectura de las costumbres del Carmelo Teresiano, hicieron que María Eugenio buscara el camino de la penitencia y el sacrificio de una manera demasiado fuerte, deseaba vivir todo lo que ahí se contaba, diría después él mismo: “había intentado hacerlo hasta el día en que… no es que estuviera muerto, pero en fin, casi casi”. Es en este contexto de su vida de Carmelita en que el legado espiritual de Teresa del Niño Jesús iluminaría su camino, al descubrir el caminito doctrinal de la santita, se dará cuenta de su falta de sentido común, ya no querrá ser víctima de la justicia de Dios, sino víctima de la Misericordia.

El 11 de marzo de 1926, realiza la Profesión Solemne. Una doble gracia para él, pues el profesa por la mañana, y por la tarde su hermana Berta recibe el hábito de la Tercera orden del Carmelo, ella vive ahora en París con su madre, con quien María Eugenio ya se ha reconciliado.

Desde este momento y de la mano de su “amiga”, como llamará a Teresa de Lisieux, empieza para él un apostolado muy intenso, triduos dedicados a la nueva santa Carmelita y al Santo Padre Juan de la Cruz, apenas declarado Doctor de la Iglesia en 1926. El padre María Eugenio, recorrerá muchos conventos y monasterios, verá de cerca la realidad de Berulianas y llevará el deseo y la obra de unir el Carmelo francés, que por fin a pesar de las heridas, el sueño se vio realizado en 1936.

En 1928 es nombrado superior del convento del Petit Castelet, es aquí donde, tendrá el primer encuentro con María pila, Jeanne Grousset y Germaine Romieux, primeras colaboradoras de la futura fundación del padre María Eugenio. En 1931, el padre María Eugenio visitará el antiguo santuario de Notre Dame de Vie (nuestra Señora de la Vida) en Venasque, esta propiedad es ofrecida a los Carmelitas Descalzos, quienes en esta visita piensan en la posibilidad de acoger a los carmelitas de Sevilla que intentan huir de una posible revolución en España, pero pronto renuncian al exilio, y la oferta queda en el aire, hasta que en 1932, el padre recuerda está propuesta y escribe a la señora Lemaire, la bienhechora, a quien le propone iniciar en esa casa una obra carmelitana con un pequeño grupo. Y así en julio de 1932 daba sus primeros pasos lo que sería en el futuro el instituto secular notre Dame de Vie.

En abril de 1937 es elegido como tercer definidor de la Orden y tiene que ir a Roma, deja su obra en pleno inicio, pero confía en la voluntad de Dios el proyecto de Notre Dame de Vie, consiguiendo por parte de la Orden su erección canónica como fraternidad secular de la tercera orden carmelitana el 24 de agosto de 1937. Es elegida como superiora María pila y como consejeras Germanie Romieux, Jeanne Grousset y Marie D´Armagnac.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el padre María Eugenio tiene que volver a Francia, y entre sus muchas actividades dentro de su patria, aprovechará para acompañar nuevamente a la fraternidad de Notre Dame de Vie, que se va constituyendo cada día más.

En 1946, pasada la guerra y después de una serie de gestiones, el padre María Eugenio volvería a Italia, a su regreso, el padre conocerá miembros de la Institución Teresiana, fundada por  San Pedro Poveda en España, le interesan sus estatutos, son los de “Pía Unión”. Reflexiona sobre la posibilidad de que la fraternidad llegará a Pía Unión, como instituto de votos privados se agregaría a la Orden y tendría diferentes categorías de fieles asociados. Este deseo es aprobado por el Padre General. El arzobispo de Aviñón, erigirá el instituto carmelitano de Notre Dame de Vie como Pía Unión el 15 de agosto de 1946. En 10 de marzo de 1947 quedará agregado a la Orden del Carmelo Teresiano.

El 14 de marzo de 1947, el Osservatore Romano publica la constitución apostólica Provida Mater Ecclesia Promulgada por Pio XII el 2 de febrero de este mismo año. En este documento el Papa reconoce los Institutos Seculares como una nueva forma de vida consagrada (plena consagración a Dios viviendo al mismo tiempo en el mundo).  El padre María Eugenio ve en este documento el modelo perfecto para su fundación. Notre Dame de Vie se convertirá así en uno de los primeros Institutos Seculares de derecho diocesano aprobado por la Iglesia, después de su aprobación por la Congregación de los religiosos el 1 de febrero de 1948.

En abril de 1947, el padre María Eugenio es elegido como primer definidor, comienzan para él ocho años de arduo trabajo, visitas, encuentros, congresos, escritos y por último el a asumir las riendas de la Orden ante la sorpresiva muerte, en México, del padre Silverio de Santa Teresa, general de la Orden. El padre María Eugenio, asumirá como vicario de la Orden hasta capítulo de abril de 1955, donde es elegido como General el padre Anastasio del Santísimo Rosario.

El padre María Eugenio regresa a Francia, donde se dedica a trabajar en las obras de su Provincia Carmelitana de la que es elegido provincial en 1957. También sigue de cerca la creación y constitución de las federaciones de los monasterios carmelitanos y acompaña su amado Instituto Notre Dame de Vie, al cual se agregará la rama masculina y sacerdotal. En 1961, con permiso de general y sin dejar el Carmelo, va a residir a Notre Dame de Vie, que ya ha empezado a empezado  expandirse por otros lugares fuera de Francia.

1963, mayo, es elegido nuevamente como Provincial de Aviñón – Aquitania, conjuga su labor como Provincial con sus deberes de fundador.

La Semana Santa de 1967, será la preparación para la Pascua definitiva. El padre María Eugenio que, enfermo, irá preparándose y preparando a sus hijos para su partida. Él, que siempre soñó con que la fiesta de Notre Dame de Vie, Nuestra Señora de la Vida, fuera el día siguiente de la Resurrección de su Hijo, será el día en que su misión llegue a su fin aquí en la tierra y la continué desde el cielo, hacia las 8:50 de la noche, expira este hombre Dios, era el lunes 27 de marzo, lunes de Pascua de 1967.

Fue beatificado por el papa Francisco el 19 de noviembre del 2016.

Uno de los rasgos definitivos de la vida del beato María Eugenio del Niño Jesús es su confianza plena en Dios y su apertura a su voluntad. Él ha vivido en su propia vida el ideal carmelitano de contemplación y acción, y se ve reflejado en su obra: “Quiero ver a Dios”. Un hombre sencillo y modesto, pero impregnado de vida sobrenatural.

Como fundador, un padre espiritual exigente pero lleno de bondad que reconoce la acción del Espíritu Santo en toda la Iglesia y en todos sus miembros, abriendo un espacio, hoy reconocido, para el laico en la vida eclesial. El Instituto Notre Dame de Vie, fruto maduro de la experiencia espiritual de María Eugenio, se convierte en el testimonio vivo de toda su obra, que continúa alimentando la vida espiritual desde sus tres ramas: femenina, masculina y sacerdotal.

Sierva de Dios Mercedes Reyes de Santa Teresita

El Definitorio General de la Orden de Carmelitas Descalzos y los Señores Obispos de la Provincia Eclesiástica de Tunja, Han aceptado la petición de las Carmelitas Descalzas del monasterio de Garagoa – Tunja, para iniciar el proceso de Postulación para la causa de los Santos, etapa de Beatificación – Sierva de Dios, de la Madre Mercedes Reyes de Santa Teresita Reyes Sánchez, fundadora y priora del monasterio, fallecida con fama de santidad.

El 12 de diciembre de 2019,  en la Catedral de Nuestra Señora de la Candelaria de la Diócesis de Garagoa-Boyacá, Monseñor Julio Hernando García, presidió la celebración Eucaristía de acción de gracias y de apertura de la Causa de Beatificación y Canonización de la Sierva de Dios Mercedes de Santa Teresita, Carmelita Descalza del monasterio de san José de Garagoa.

En dicha celebración estuvieron presente el Superior Provincial de los Carmelitas Descalzos de Colombia y Ecuador, Pbro. Miguel Ángel Diaz, sacerdotes de la diócesis de Garagoa, la familia de la sierva de Dios, religiosos y religiosas de la familia carmelitana y amigos de la causa de Merceditas. Se constituyó el tribunal eclesiástico que tiene como tarea recibir las declaraciones de todas las personas que serán llamadas a rendir declaración sobre la vida, obra y fama de santidad de la madre Mercedes de santa Teresita.

Como familia carmelitana oramos a Dios y esperamos con fe y esperanza que este camino que iniciamos ahora pueda desembocar un día en la Beatificación de la madre Merceditas, es por ello que los seguimos invitando para que se unan a esta noble causa y nos acompañen con su oración, promuevan la causa dando a conocer a Merceditas y propaguen la oración por la cual se pueden acoger a sus intercesión.

¿QUIEN ERA ?

La madre Mercedes de Santa Teresita nació en Tunja, el 18 de noviembre de 1930, fue bautizada cuatro días después en la parroquia de Santa Bárbara de la misma ciudad.

Hija de Pablo Alfredo del Carmen Reyes Corso y de Matilde Sánchez Salcedo, Merceditas fue la primogénita y única hija de dicho hogar, ya que cuatro hermanos fallecieron al nacer; fatal circunstancia que promovió  una  dedicación  absoluta a la niña por parte de sus padres y familiares, para  mantenerla con buena salud, por su  frágil condición física.

Sus padres la educaron con esmero. Estudió kínder y primaria en el Liceo Santa Teresita bajo la dirección de su tía Emita Reyes.

Hizo la  Primera  Comunión  el  16  de  julio,  fiesta  de  la santísima Virgen del Carmen, del año 1938. Cuenta la señora María Asenet Dueñas Ángel, quien fue su compañera de estudio, que para prepararse para el sacramento, se realizaban tres días de  retiros espirituales; una de esas  mañanas frías, mientras iban rezando el rosario de aurora, a las cuatro de la  mañana , vio que Merceditas caminaba descalza por la acera. La señora María, dice: desde entonces, Merceditas fue una  Santa descalza,  con  una  ternura,  una alegría  y  una sonrisa en su rostro que siempre la acompañó y cuando en el año 1974, después de 36 años sin verla, encontré que era una monjita feliz con una energía, un entusiasmo, una bondad y una alegría que siempre se reflejó en su rostro, entregando su vida al Señor.

Merceditas comenzó bachillerato  en  la  Normal  Superior  Femenina  y pasó después al Colegio del Rosario de las Terciarias Dominicas de Santa Catalina donde estudió hasta tercero, y luego tuvo  un profesor  particular  en  su casa.

Se dedicó al  aprendizaje  del  piano  desde  los  10  años. Asistió a la academia de manualidades del profesor José del Carmen Hernández, donde aprendió, entre otras cosas, repujado en cuero y cobre, encuadernación, costura, bordado y decoración.

¿QUIEN ERA MERCEDITAS? ENTRA ACÁ

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