El origen de nuestra familia en el Carmelo y el sentido más profundo de nuestra vocación están estrechamente vinculados a la vida espiritual y al carisma de santa Teresa, bajo cuyo influjo concibió ella el propósito de renovar la Orden, orientándola por completo hacia la oración y sometiéndola fielmente al Evangelio y a la Regla «primitiva», organizándola sobre la base de pocos miembros y éstos escogidos a la manera del pequeño rebaño evangélico y fundándola en estrechura, oración y estricta pobreza.

Este proyecto renovador se va desarrollando y adquiere unas líneas más definidas a lo largo de sucesivas experiencias, merced a las cuales la santa Madre profundiza y experimenta de algún modo la vida, los sufrimientos y el nuevo desgarro de la «unidad» de la Iglesia. Teresa, con este doloroso panorama ante los ojos, propone a la nueva familia del Carmelo un objetivo apostólico, de suerte que la oración y la vida entera de la comunidad se ordenen al servicio de la Iglesia.

La santa Madre quiso marcar su Obra con una forma y estilo peculiares de vida: fomentando las virtudes sociales y valores humanos, cultivando la alegría y suavidad de la vida fraterna en un cordial ambiente de familia, inculcando la dignidad de la persona humana y la nobleza de alma, elogiando y promoviendo la formación de los religiosos jóvenes, el estudio y el cultivo de las «letras», ordenando la comunidad a una más profunda vida teologal y acomodando estas prácticas al ministerio apostólico, alentando la comunión entre las distintas casas y la amistad evangélica entre las personas Constituciones O.C.D # 10).

En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que habían hecho estos luteranos y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. Diome gran fatiga, y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían. Y como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo; y que todas ocupadas en oración por los que son defendedores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a los que ha hecho tanto bien, que parece le querrían tornar ahora a la cruz (Camino de Perfección 1,2).

¡Oh hermanas mías en Cristo! ayudadme a suplicar esto al Señor, que para eso os juntó aquí; éste es vuestro llamamiento, éstos han de ser vuestros negocios, éstos han de ser vuestros deseos, aquí vuestras lágrimas, éstas vuestras peticiones… Estáse ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, como dicen, pues le levantan mil testimonios, quieren poner su Iglesia por el suelo, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas que por ventura, si Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el cielo? No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia (Camino de Perfección 1,5).