Santa Teresita del Niño Jesús

El 2 de enero de 1873 nace en Alençon, Francia, María Francisca Teresa Martin, la última hija del matrimonio entre Luis Martin y Celia Guérin, hoy ambos ya canonizados. Fue bautizada el día 4 del mismo mes y año.

La recién nacida, enferma gravemente y durante un año la dan a criar a una nodriza. Era una niña traviesa, caprichosa y llena de vitalidad, rodeada de mucho amor. Toda esa alegría se opacó en el verano de 1877 cuando Teresa contaba con cuatro años, su madre fallece de un cáncer de mama.

Su padre el señor Martin al quedarse solo con sus cinco hijas, se traslada en noviembre de 1877 a la ciudad de Lisieux. Aquí en los Buissonnets, Teresa pasó once años de su vida. Sus hermanas mayores, María y Paulina, se preocupaban por su educación. Celina, casi cuatro años mayor que ella, es la compañera de juegos. El papá, Luis Martin la llamaba su “reinecita”.

El carácter de Teresa cambió por el choque de la desaparición de su madre, se volvió más tímida y apagada.

A los diez años de nuevo su corazón es golpeado por el ingreso de su hermana Paulina, que era para Teresa su segunda madre. Este nuevo choque afectivo abrió en Teresa una nueva cicatriz hasta el punto que cayó gravemente enferma. No se sabía si la niña iba a morir o quedar loca hasta el día 13 de mayo de1883, la virgen de la sonrisa, una imagen que tenían los Martin en su hogar, llamada así por su madre la santa Celia, que la había visto sonreírle, ahora le sonríe a su pequeña Teresa y la cura de manera inesperada. El 8 de mayo de 1884 hace la primera comunión y el 14 de junio recibe la confirmación.

El 15 de octubre de 1886 su hermana María ingresa al Carmelo de Lisieux. Demasiado para Teresa que es separada de su tercera mamá. Continúa hipersensible y brota en ella una pregunta ¿cómo ingresar en la Orden del Carmelo en un estado tan lamentable? La gracia la transformará en la escalera de su casa de los Buissonnets la noche del 24 de diciembre de 1886, al regreso de la misa de media noche en la catedral de San Pedro. Unas palabras de su padre desencadenan en ella una transformación interior súbita, inesperada. La fuerza del Niño Jesús invade su flaqueza, de repente ella vuelve a encontrar el carácter fuerte de sus cuatro años y medio. Diez años de lucha terminan. La fuente de sus lágrimas se ha secado. Al fin, liberada de ella misma, comenzará una “carrera de gigantes”.

A los quince años con la perseverancia de su amor. Luchará para ingresa en el Carmelo: deberá vencer la oposición de su padre a quien pronto convenció; de su tío, del capellán del monasterio, del obispo y así decide ir a hablar con el papa León XIII, aprovechando que está inscrita con su padre y Celina para una peregrinación a Italia. Ante el Papa Teresa pide le dejen ingresar al Carmelo a los quince años. León XIII respondió “vamos, vamos… si Dios quiere entrarás”. Con lágrimas en los ojos, fue retirada del lugar por la guardia pontificia.

De regreso a Lisieux y, después de una penosa y larga espera, recibe por fin la autorización del Obispo. El 9 de abril de 1888 Teresa Martin, muy contenta y decidida, ingresó en el Carmelo Teresiano con el nombre de Teresa del Niño Jesús. Tomó el hábito el 10 de enero de 1889 después de un retiro espiritual de gran sequedad interior, por eso añade a su nombre religioso “de la Santa Faz”. Quedando desde ahí como Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz.

Mientras Teresa pasaba su postulantado y noviciado el señor Martin, afectado por una crisis cerebral es internado en el hospital del Buen Salvador de Caen. Teresa está triste pero fuerte ante esta prueba que Dios concedió a su padre.

El 8 de septiembre de 1890 hace la profesión religiosa dentro de la clausura y el 24 lo hace en ceremonia pública, toma también el velo negro.

El 20 de febrero de 1893 es elegida priora su hermana Inés de Jesús (Paulina) y ésta le encarga a Teresa ser la ayudante de la maestra de novicias.

En 1894 el 29 de julio muere el señor Martin y por fin Celina puede ingresar al monasterio.

Durante todo el año de 1895 Teresa logra su expansión espiritual. Habiendo descubierto los tesoros infinitos de Dios “Amor Misericordioso” se ofreció a Él, el 9 de junio de 1895. La madre Inés le manda por obediencia que escribiera sus memorias de infancia. En enero de 1896 entregó un cuaderno de ochenta y seis páginas  a la priora.

El 21 de marzo de 1896 es relegida la madre María Gonzaga y nombre maestra de novicias a Teresa. Esta misión difícil la llevó a cabo con una madurez y tacto extraordinario.

Después de un mes en que piensa que tiene un mal de garganta, Teresa sufre la primera hemoptisis durante la semana santa de 1896, este es el preámbulo de su enfermedad.

Durante el verano, que por medio de un pasaje de la carta a los Corintios de san Pablo y ayudada de su propia intuición, encontró su realización vocacional: “en el interior del corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el Amor”. En septiembre redacta para su hermana María del Sagrado Corazón sus confidencias, las escribe al estilo de una carta para Jesús, es lo que hoy conocemos como manuscrito B de “Historia de un alma”, en que le descubre a su hermana María, su pequeña doctrina.

Ya en abril de 1897, agotada, tiene que abandonar la vida comunitaria. Por intercesión de su hermana, la madre Inés de Jesús, la madre María Gonzaga le pide termine de escribir sus recuerdos.

Agotada el 8 de julio es trasladada a la enfermería. Aquí ofrece todo sus sufrimientos por los pecadores.

El 30 de septiembre de 1897 Teresa expiraba murmurando “¡Dios mío, te amo!” muere  a la vez de tuberculosis y de  “amor” y según su deseo “yo no muero, yo entro a la vida”.

Fue beatificada por el papa Pío XI el 29 de abril de 1923, canonizada por el mismo pontífice el 17 de mayo de 1925. Finalmente fue declarada doctora de la Iglesia por el papa Juan Pablo II el 19 de octubre de 1997.

La vida de santa Teresita es una inspiración para todos nosotros, ella supo poner en práctica sus anhelos de santidad y su deseo de servirle a Jesús con todo su corazón. Su determinación nos enseña que es posible lograr la superación de las dificultades. Ella permanecería constante aún en el sufrimiento profundo de la tuberculosis. Aprendía, mediante su vida íntima de oración, a unir sus sufrimientos  a los de Cristo para el bien de la Iglesia.

Su dedicación a las obras de la Iglesia y su ardor misionero nos enseñan que todos nosotros podemos colaborar en la evangelización del mundo, mediante nuestra entrega personal y nuestra vida de oración y servicio; nosotros podemos efectuar un cambio a nuestro mundo de hoy. Teresita nunca salió de su monasterio, y fue nombrada patrona de las misiones, ella desde su clausura, por sus oraciones llegó a ser una gran misionera y apóstol de la fe. Tampoco todos nosotros podemos ser misioneros en distintos países, pero con nuestra vida de oración y entrega a la labor de la Iglesia en la sociedad actual, en nuestras casas y trabajos, en la vida diaria de auténtica fe, nosotros podemos cambiar nuestro mundo como lo hizo Santa Teresita.

Pero el amor vence. Venció la altivez de aquella que Él mismo había creado para Sí. Ya conquistada y entregada no puede más que vivir para Otro; ya no es ella, nunca más será Doña Teresa de Cepeda y Ahumada, la de la honra, la de las vanidades del mundo, la del coqueteo con los amores que iban secando su alma; en adelante será Teresa, simplemente Teresa…la de Jesús. Así, a secas…sin más…la descalza…la enamorada…la de los caminos…Ponerse en camino, sí, esa será su única verdad, su única pasión, la razón de su vida. El camino será su convento y el ancho espacio del mundo será su clausura. Nació para grandes cosas y no puede contener su alma; ésta se dilata en cada fundación, en cada “palomarcico” de sus monjas y en cada “portalico de Belén” de sus frailes y así, entre cielo y cielo transcurre su vida.
AUDIO DE HISTORIA DE UN ALMA 

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