Henry Grialou, nació el 2 de diciembre de 1894 en Aveyron, Francia. Sus padres fueron Augusto Grialou y María Miral. Cuando Henry tenía apenas diez años, murió su papá y su madre asumió la difícil situación de mantener a sus cinco hijos lavando ropa.
Desde muy pequeño Henry soñaba con ser sacerdote. El 18 de julio de 1904, hizo su primera comunión en la iglesia de Gua y el párroco pensaba enviarle al seminario de Graves, pero Henry es consciente que la economía de su casa no podría cubrir sus estudios y no quiere que a su madre que ya trabaja sin descanso se le añada otro gasto más. Es así que en 1905, un padre de la congregación del Espíritu Santo y del inmaculado Corazón de María, conocidos como padres espirítanos, lo invita a formarse para ser sacerdote gratuitamente en uno de los seminarios de la comunidad en Italia. Henry deja su tierra y a sus 11 años parte para Italia.
Henry reconoce que su vocación ni es para esa comunidad, que él tomó la primera oportunidad que se le presentó para realizar el sueño de ser sacerdote, pues sabía que su madre, viuda, no tenía los recursos suficientes para que el ingresara al seminario diocesano. Finalmente, Henry decide regresar a casa.
Un día, le confía a una señora amiga de la familia su deseo de ser sacerdote y que está dispuesto a trabajar y ahorrar para pagarse la pensión en el seminario: “seré sacerdote”. Esta mujer conmovida de ver el sufrimiento de Henry, se lo comenta a su madre, que al enterarse de esto y verlo tan decidido, lo deja partir al seminario, ella pagará la pensión. Henry sufrirá mucho por esta situación, pues sabía el gran esfuerzo que le costaba a su madre conseguir este dinero.
En 1913, tiene que interrumpir los estudios y se alista como voluntario, en el ejército, al hacerlo de manera voluntaria le permite quedarse en Rodez de manera alterna algunos cursos del seminario con el cuartel.
En 1914 llega la guerra y Henry forma parte de ella por los siguientes cinco años, en los que se sentirá protegido por Santa Teresa del Niño Jesús, el mismo dirá: “detenía las balas”. Una carta a un amigo registra la historia de aquella marca que llevaba en el rostro.
Terminada la guerra, decide volver al seminario ante la posibilidad de seguir la carrera militar, este retorno a un ritmo diferente y entre compañeros mucho más jóvenes, no le desanimo en su deseo de ser sacerdote para la eternidad. En la noche del 13 al 14 de diciembre, durante el retiro de preparación para el subdiaconado, Henry lee un compendio de San Juan de la Cruz y sintió la llamada insistente al Carmelo, no sabe si existen padres carmelitas en Francia, pero estaba dispuesto a ser carmelita.
Henry tendrá que tener paciencia, su obispo no quiere dejarlo ir, su director espiritual se opondrá a esta idea y su madre, que ya se ha hecho la ilusión de vivir con él en la casa cural y tener una vejez al lado de su hijo sacerdote, ve caer sus sueños y se opondrá radicalmente al punto de amenazarlo que si él se hace carmelita ella se suicidará.
La obediencia de Henry, ha gana finalmente el corazón del obispo, que al ver que se somete a sus órdenes, se da por vencido y le da el permiso para marchar con los carmelitas. Es ordenado sacerdote, el 4 de febrero de 1922, y el día 5 celebra su primera Misa, después de ella su madre indignada pide hablar con el obispo y en la charla lejos de poder consolarla, le confirma que Henry, se les escapa a los dos tanto a ella como a él.
El 24 de febrero de 1922, Henry ingresa en el Carmelo de Avon y el 10 de marzo del mismo año, toma el hábito de carmelita descalzo con el nombre de María Eugenio del Niño Jesús. Al año profesará por primera vez y por tres años el domingo 11 de marzo. Al mes siguiente el 29 de abril de 1923, la beatificación de Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz en Roma se convertirá en un signo personal para el carmelita.
La lectura de las costumbres del Carmelo Teresiano, hicieron que María Eugenio buscara el camino de la penitencia y el sacrificio de una manera demasiado fuerte, deseaba vivir todo lo que ahí se contaba, diría después él mismo: “había intentado hacerlo hasta el día en que… no es que estuviera muerto, pero en fin, casi casi”. Es en este contexto de su vida de Carmelita en que el legado espiritual de Teresa del Niño Jesús iluminaría su camino, al descubrir el caminito doctrinal de la santita, se dará cuenta de su falta de sentido común, ya no querrá ser víctima de la justicia de Dios, sino víctima de la Misericordia.
El 11 de marzo de 1926, realiza la Profesión Solemne. Una doble gracia para él, pues el profesa por la mañana, y por la tarde su hermana Berta recibe el hábito de la Tercera orden del Carmelo, ella vive ahora en París con su madre, con quien María Eugenio ya se ha reconciliado.
Desde este momento y de la mano de su “amiga”, como llamará a Teresa de Lisieux, empieza para él un apostolado muy intenso, triduos dedicados a la nueva santa Carmelita y al Santo Padre Juan de la Cruz, apenas declarado Doctor de la Iglesia en 1926. El padre María Eugenio, recorrerá muchos conventos y monasterios, verá de cerca la realidad de Berulianas y llevará el deseo y la obra de unir el Carmelo francés, que por fin a pesar de las heridas, el sueño se vio realizado en 1936.
En 1928 es nombrado superior del convento del Petit Castelet, es aquí donde, tendrá el primer encuentro con María pila, Jeanne Grousset y Germaine Romieux, primeras colaboradoras de la futura fundación del padre María Eugenio. En 1931, el padre María Eugenio visitará el antiguo santuario de Notre Dame de Vie (nuestra Señora de la Vida) en Venasque, esta propiedad es ofrecida a los Carmelitas Descalzos, quienes en esta visita piensan en la posibilidad de acoger a los carmelitas de Sevilla que intentan huir de una posible revolución en España, pero pronto renuncian al exilio, y la oferta queda en el aire, hasta que en 1932, el padre recuerda está propuesta y escribe a la señora Lemaire, la bienhechora, a quien le propone iniciar en esa casa una obra carmelitana con un pequeño grupo. Y así en julio de 1932 daba sus primeros pasos lo que sería en el futuro el instituto secular notre Dame de Vie.
En abril de 1937 es elegido como tercer definidor de la Orden y tiene que ir a Roma, deja su obra en pleno inicio, pero confía en la voluntad de Dios el proyecto de Notre Dame de Vie, consiguiendo por parte de la Orden su erección canónica como fraternidad secular de la tercera orden carmelitana el 24 de agosto de 1937. Es elegida como superiora María pila y como consejeras Germanie Romieux, Jeanne Grousset y Marie D´Armagnac.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el padre María Eugenio tiene que volver a Francia, y entre sus muchas actividades dentro de su patria, aprovechará para acompañar nuevamente a la fraternidad de Notre Dame de Vie, que se va constituyendo cada día más.
En 1946, pasada la guerra y después de una serie de gestiones, el padre María Eugenio volvería a Italia, a su regreso, el padre conocerá miembros de la Institución Teresiana, fundada por San Pedro Poveda en España, le interesan sus estatutos, son los de “Pía Unión”. Reflexiona sobre la posibilidad de que la fraternidad llegará a Pía Unión, como instituto de votos privados se agregaría a la Orden y tendría diferentes categorías de fieles asociados. Este deseo es aprobado por el Padre General. El arzobispo de Aviñón, erigirá el instituto carmelitano de Notre Dame de Vie como Pía Unión el 15 de agosto de 1946. En 10 de marzo de 1947 quedará agregado a la Orden del Carmelo Teresiano.
El 14 de marzo de 1947, el Osservatore Romano publica la constitución apostólica Provida Mater Ecclesia Promulgada por Pio XII el 2 de febrero de este mismo año. En este documento el Papa reconoce los Institutos Seculares como una nueva forma de vida consagrada (plena consagración a Dios viviendo al mismo tiempo en el mundo). El padre María Eugenio ve en este documento el modelo perfecto para su fundación. Notre Dame de Vie se convertirá así en uno de los primeros Institutos Seculares de derecho diocesano aprobado por la Iglesia, después de su aprobación por la Congregación de los religiosos el 1 de febrero de 1948.
En abril de 1947, el padre María Eugenio es elegido como primer definidor, comienzan para él ocho años de arduo trabajo, visitas, encuentros, congresos, escritos y por último el a asumir las riendas de la Orden ante la sorpresiva muerte, en México, del padre Silverio de Santa Teresa, general de la Orden. El padre María Eugenio, asumirá como vicario de la Orden hasta capítulo de abril de 1955, donde es elegido como General el padre Anastasio del Santísimo Rosario.
El padre María Eugenio regresa a Francia, donde se dedica a trabajar en las obras de su Provincia Carmelitana de la que es elegido provincial en 1957. También sigue de cerca la creación y constitución de las federaciones de los monasterios carmelitanos y acompaña su amado Instituto Notre Dame de Vie, al cual se agregará la rama masculina y sacerdotal. En 1961, con permiso de general y sin dejar el Carmelo, va a residir a Notre Dame de Vie, que ya ha empezado a empezado expandirse por otros lugares fuera de Francia.
1963, mayo, es elegido nuevamente como Provincial de Aviñón – Aquitania, conjuga su labor como Provincial con sus deberes de fundador.
La Semana Santa de 1967, será la preparación para la Pascua definitiva. El padre María Eugenio que, enfermo, irá preparándose y preparando a sus hijos para su partida. Él, que siempre soñó con que la fiesta de Notre Dame de Vie, Nuestra Señora de la Vida, fuera el día siguiente de la Resurrección de su Hijo, será el día en que su misión llegue a su fin aquí en la tierra y la continué desde el cielo, hacia las 8:50 de la noche, expira este hombre Dios, era el lunes 27 de marzo, lunes de Pascua de 1967.
Fue beatificado por el papa Francisco el 19 de noviembre del 2016.
Uno de los rasgos definitivos de la vida del beato María Eugenio del Niño Jesús es su confianza plena en Dios y su apertura a su voluntad. Él ha vivido en su propia vida el ideal carmelitano de contemplación y acción, y se ve reflejado en su obra: “Quiero ver a Dios”. Un hombre sencillo y modesto, pero impregnado de vida sobrenatural.
Como fundador, un padre espiritual exigente pero lleno de bondad que reconoce la acción del Espíritu Santo en toda la Iglesia y en todos sus miembros, abriendo un espacio, hoy reconocido, para el laico en la vida eclesial. El Instituto Notre Dame de Vie, fruto maduro de la experiencia espiritual de María Eugenio, se convierte en el testimonio vivo de toda su obra, que continúa alimentando la vida espiritual desde sus tres ramas: femenina, masculina y sacerdotal.